[Esta es una de las entrevistas que realizamos en el marco del libro colectivo La conquista del espacio, que puedes descargar íntegro en pdf aquí, o ver poco a poco aquí].

Soy de Azuaga, un pueblo en el sureste de la provincia de Badajoz. No he vivido siempre en Azuaga, estuve estudiando en Sevilla, hice biología. Luego me tiré unos años con trabajos varios. Volví porque se presentó la oportunidad, con los fondos europeos de promoción de creación de empresas, etcétera. Una conocida del pueblo me recomendó que lo pidiera y monté un laboratorio de consultoría agrícola en el pueblo. Ahora no lo uso nada, porque entre que se montaba y no se montaba empecé a asesorar a agricultores con temas de cultivos leñosos y seguí en eso. El laboratorio ahora lo utilizo como apoyo. Trabajo en temas de ahorro y racionalización de fertilizantes, una cuestión más ambiental que de laboratorio.

Azuaga no llegará a ocho mil habitantes, pero va en caída libre. Es muy difícil trabajar en el pueblo, sobre todo si has estudiado algo, y casi todo el mundo se acaba yendo fuera. Mi grupo de amigos está casi entero aquí, y somos la excepción. Yo soy el único que trabaja en tema agrícola, el resto en servicios: uno es chapista, otro aparejador, otro informático que teletrabaja, hay un opositor… casi todo sector servicios. El pueblo es cabecera de comarca y, aunque eso no lleva a que tenga más servicios, sí que hay más trabajo en la administración. El hospital, por ejemplo, está en Llerena, que está más céntrica en la comarca. Los juzgados y demás también están allí. Nosotros tenemos un centro de salud, dos institutos de tamaño medio (en vez de uno, porque viene gente de los pueblos de alrededor). Un colegio, una guardería… Lo estándar. La gente de fuera viene aquí a comprar, hay Mercadona grande y otros comercios.

Las comunicaciones con el entorno no son buenas, para ir a otros pueblos tiene que ser en coche, no te puedes desplazar de otra forma. Hay autobús a Córdoba, Badajoz y poco más, con malos horarios y de forma muy puntual. Hay algunos autobuses rurales para el médico y demás, pero prácticamente no queda nada de lo que había hace diez años. Además, no coinciden los horarios: si quieres ir a Llerena al hospital tienes que ir a primera hora en autobús y volverte por la tarde. El tren lo reclamamos porque nos conecta con el resto de España, pero como sistema de transporte interno no vale, son los autobuses lo que hay.

Yo, por puro azar, tengo a mi grupo de amigos aquí. Ahora como hemos tenido la vacunación, aquí nos vacunan en plan vacunódromo y nos llaman a todos los de dos o tres años para el mismo día, y te encuentras a toda la gente de tu edad. Y no queda prácticamente nadie, aquello era desolador, veías a la gente que estaba para vacunarse de nuestra edad y a lo mejor estaba una décima parte de la gente que estuvo conmigo en el instituto. La gente se va a Sevilla, Madrid, Barcelona… más que a otras ciudades de Extremadura. Las capitales extremeñas absorben algo de población rural, pero hay mucha más gente que se va que la que se queda. Los que se quedan en capitales de provincia normalmente son funcionarios, la gente que ha hecho carrera o módulo se va a sitios con más oportunidades laborales.

En el pueblo conozco a todo el mundo de mi calle, de nombre al menos. Con algunos tengo mucha confianza, con otros no tanta, pero conocerlos, los conozco a todos. En cuestión de equipamientos públicos, nos apañamos: hay parques, plazas, polideportivos (que tienen un coste, aunque son públicos). Te apañas. Cuando era más joven y jugábamos al fútbol te saltabas la pista del instituto. Es precario, pero te apañas. Eso sí, todo se construyó el los ochenta y noventa, y desde entonces está estancado. Si está habiendo cambios, está siendo como en todas partes que conozco (Badajoz, Madrid, Sevilla…): las plazas cada vez son más planas, con menos obstáculos, más terrazas… más comercializables.

Respecto a mi trabajo, es todo rural, me tengo que mover en coche, desde el centro de Portugal hasta el centro de Andalucía, y por toda Extremadura. En los últimos tiempos se están dando dos procesos simultáneos respecto a la concentración de la tierra: por un lado aumenta el minifundismo porque el acceso a la tierra es imposible. Es inviable que alguien se plantee comprar tierra para establecerse como agricultor, es una locura. Por ejemplo, yo tengo una explotación agraria que no daría para que comiera una familia, tendré unas cincuenta y pico hectáreas. Para que coma una familia, si es cereal, te tienes que meter en las ciento cincuenta o por ahí. Mis cincuenta hectáreas deben pasar de coste el medio millón de euros largo. Es absurdo. Yo tendría que tener millón y medio de euros en tierra para sacar un sueldo de dos mil euros al mes. Hablo de secano cerealista. En ese sentido, es inviable. Nadie accede a la tierra de cero, viene todo de herencias. Pero sucede que las herencias se van partiendo, lógicamente, y ninguno de los hijos compra su parte a los hermanos para aumentar la tierra. Por ahí se va al minifundismo. Yo llevo muchísimas pequeñas explotaciones de gente que, aunque querría, no se puede dedicar al campo, porque han heredado 20 hectáreas y de eso no se puede vivir. Lo tienen como segunda actividad, eso es lo mayoritario. Y luego está el caso opuesto: gente que venía con un bagaje de tierras muy grande de atrás, y tiene unos ingresos muy muy bestias, sobre todo en tema PAC, y si hablamos de cereales, PAC son los ingresos: ahora mismo y desde hace tiempo, al precio que está el cereal, los gastos por los ingresos de venta se compensan y la PAC es lo que te llevas de beneficio. Así que si acumulas… tengo clientes con mil, mil quinientas hectáreas de tierra. Estamos hablando de que si tienes una PAC de doscientos euros son 200.000 euros todos los años, que te permiten comprar a todos los vecinos e ir creciendo. Se dan estos dos extremos.

En frutales el rendimiento económico es mucho mayor, pero el riesgo es muy alto. Alguien que quiera vivir de los frutales necesita unas cinco o seis hectáreas, no hace falta tanto. A 35.000 euros la hectárea, más otros 15.000 en plantarla y meterla en producción… con unos 250.000 euros de capital invertido puedes empezar a andar. Pero en cada campaña le vas a meter fácil a esa finca 15.000 o 20.000 euros, y estamos hablando de poca superficie, para vivir muy precario. Si pierdes esa cosecha y no tienes aval detrás, no tienes segunda campaña. Así que nadie se mete en ese tipo de negocios si no tiene ya bastante capital.

Esto ha cambiado mucho, ahora es más difícil vivir del campo. La finca mía mi padre nunca llegó a trabajarla, era mi abuelo el que era agricultor. Cuando la llevaba mi abuelo de esa finca vivían cuatro familias y ahora no llegaría a media. Esto se debe a que ha subido el precio de los insumos y ha bajado el que se paga por el producto. Antes casi todo eran costes laborales (que era el trabajo de la familia), y ahora el coste de semillas, abono, fitosanitarios, maquinaria, que tiene un coste brutal… te hace imposible que sea mínimamente rentable. Los agricultores de mi zona (que es muy productiva) que mejor lo hacen están sacando cien o ciento cincuenta euros por hectárea, con explotaciones muy mecanizadas. Más que eso es inviable. Si tienes 100 hectáreas te da 10.000 euros al año. Aparte de que en algún momento vas a tener que renovar el tractor y gastarte 60.000 euros.

La maquinaria se tiene en propiedad. El alquiler funcionaría bien, porque es cierto que la amortización de la maquinaria es mala, porque la usas muy pocos meses al año. Pero no hay una red de alquiler medio en condiciones ni parecido. Hay gente que lo hace con empresas de servicios, gente que no es agricultor como tal, que ha heredado la tierra o no tiene tiempo, disponibilidad o conocimientos para subirse al tractor y que lo contrata a una empresa. Se lleva mucho tiempo hablando de poner maquinaria en común, algo como tractores comunales, pero nunca ha salido adelante, porque todos hacemos la siembra a la vez, y necesitas muchos tractores que luego no usas durante varios meses. En la cooperativa en la que yo estoy, por ejemplo, tiene su propia empresa de servicios entre comillas. Tiene maquinaria grande y puedes pedir que te hagan labores, te ponen ellos el tractorista, etcétera, porque dejar un tractor es delicado, más barato que con una empresa privada. Pero es lo más parecido que conozco.

El tema de los tractores tiene el problema adicional de que hay un parque de tractores muy viejos, que no tienen cabina ni tienen arco de seguridad, entonces vuelcas y te aplasta. El tractor vuelca muy fácil. Como ese parque es muy antiguo, sigue ahí el problema. Y en general el tema de la seguridad en el campo es nula. Si lo comparas con lo que existe en entornos industriales y en el campo no hay nada. Nos seguimos metiendo debajo de los arados, levantas el arado y te metes debajo a cambiar la reja, y si falla el gato hidráulico te caen encima dos mil kilos con pinchos. De todas formas, el mayor riesgo en la salud del tema agrícola es el manejo de fitosanitarios. No tenemos buenas costumbres en el manejo de fitosanitarios. Yo soy bastante crítico con la gente que es muy antifitosanitarios, creo que tienen su utilidad y no podemos producir sin ellos ahora mismo, es inviable. Es lo que tiene el monocultivo, las enfermedades y las plagas se extienden como una mecha. Y no va a acabar el monocultivo porque nuestra alimentación está centrada en muy pocos productos, y los piensos para los animales más todavía. Pero el manejo de fitosanitarios es muy precario, no se formó a los primeros agricultores en cómo usarlos con seguridad y eso se sigue arrastrando.

El paisaje no ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años, cambió antes, hace ochenta o cien. Mi zona, como casi toda Extremadura, era todo dehesa, que se deforestó con la primera maquinaria de vapor que llegó, que permitía ir arrancando encinas y las que arrancabas las echabas de combustible y seguías arrancando. Eran máquinas que venían de Sevilla y seguían haciendo la campaña de arranque hasta Castilla y León. Lo que quedaba se arrancó en los años de la posguerra para tener más tierra de cultivo en los años del hambre. Antes había mucha variedad. Mi finca era en torno a un tercio viña, un tercio olivo y un tercio cereal, y en la posguerra se arrancó todo lo que era olivo y viña, quedó un huertecillo para la familia como quien dice y se puso todo de cereal porque había que conseguir trigo y harina para que la gente comiera. Desde entonces todo sigue igual, la rotación de cultivos que pueda hacer yo y la que pudiera hacer mi abuelo es básicamente la misma.

De todas formas, y aunque alguna vez me lo he planteado, no querría vivir en otro sitio. He vivido mucho tiempo en una ciudad, y la calidad de vida que tengo aquí no la tengo allí. El coste de los servicios siendo medianamente joven en una ciudad es inasumible. Me planteo cuánto tendría que ganar en una ciudad para tener lo que tengo aquí: para tener una casa igual, bueno, no igual porque eso no existe, sería una mansión, pero para pagarme una vivienda de sesenta metros cuadrados, coche, comida, ocio como tengo aquí… con menos de tres mil y pico euros al mes no puedes. Prefiero vivir en el pueblo. El ritmo de vida es mucho más razonable. Agradezco tremendamente que si empiezo a trabajar a las siete y media, me levanto a las siete y cuarto. Eso no tiene precio. Puedo salir con mis amigos a tomar una cerveza todos los días después de trabajar, charlar un rato, irnos a casa. Eso da calidad de vida. Y lo que a mí me falta en el pueblo, que habrá gente que le dé más igual, es un poco de agenda cultural, pero la tengo fuera. Voy un fin de semana a Sevilla, lo que sea. Tengo a la misma distancia, hora y media, Sevilla y Badajoz. Córdoba está más cerca, está a una hora, pero yo estudié en Sevilla y tengo más tirón por Sevilla.

El cambio climático es una preocupación más aquí. Continuamente tenemos fenómenos atmosféricos un poco extraños: olas de calor, olas de frío… este verano estaba todo el mundo comentando que no había hecho nada de calor, y de repente tuvimos una semana de cuarenta y pico grados que no podíamos estar en la calle, una locura. Eso es la anécdota, claro, el cambio climático no lo percibes tan fácilmente. En el tema agrícola no tengo muy claro cómo va a evolucionar la cosa, probablemente haya cultivos que dejen de resembrarse porque dejen de ser rentables. Por ejemplo el girasol tolera muy mal los golpes de calor durante su ciclo, no aguanta golpes de calor de mayo a julio, y actualmente los estamos teniendo. Según se den cuenta los agricultores de que tienen años limitados de cosecha de determinados cultivos por un motivo u otro, irán abandonado esos cultivos e irá cambiando el paisaje. No es algo que vayamos a ver de un día a otro, pero sucede y está sucediendo.

Se habla mucho de la PAC y de su influencia en los cultivos, pero la PAC funciona principalmente por superficie, no por cultivo. Hay unos complementos por tipo de cultivo y demás, pero no es lo principal. En general lo que se supone que valora la PAC es que tú haces custodia del territorio, entre comillas, y se da por hectárea, se dedique a lo que se dedique y produzca más o produzca menos. Sí que es cierto que hay cultivos que están bonificados, por ejemplo las oleaginosas, las plantas para producir aceite, principalmente la colza y el girasol. El cereal no está bonificado, y los guisantes, habines, garbanzos están todos bonificados, casi todo para consumo animal. Las leguminosas tienen un plus en la PAC que creo que eran cuarenta y cuatro euros. Esta subvención se les da porque tienen proteínas y se utilizan en pienso, para no depender de la soja americana, argentina y brasileña. En general, una cosa de la que la gente no se hace a la idea es que el 90% de la producción agrícola va para pienso, no va para alimentación humana. La gente ve los campos de trigo y dice, mira para pan, y la cebada para cerveza, y qué va qué va, esa cebada va para pienso, y ese trigo va para pienso, y para pan van cantidades mínimas. Mi zona es la de más producción de cereal de Extremadura, y yo no sé de nadie que entregue para consumo humano. Las cooperativas tienen todas molino de pienso y hacen pienso y lo reparten a los ganaderos. Yo siembro algunos garbanzos para consumo humano, pero eso lo hacemos cuatro.

Los macromataderos son también una de las principales fuentes de trabajo del pueblo. En mi pueblo tenemos tres macromataderos, principalmente de porcino ibérico o mezcla, pero cada uno da entre cincuenta y ciento cincuenta puestos de trabajo, que son otras tantas familias, y eso en un pueblo se nota una barbaridad, son los centros de trabajo más grandes del pueblo.

Luego están las renovables que se están implantando en toda la zona. Los precios que se mueven son surrealistas. Normalmente juegan con el alquiler, durante equis años se quedan la finca, luego te dejan la finca destrozada y tienes que meter una pasta para que vuelva a ser útil la finca. Pero no compran, alquilan a precios desorbitados. Pagan más de lo que les costaría comprar la finca, serán cosas contables, pero es así. Muchas veces esto se está haciendo en tierra de regadío, tierra que ya se ha transformado a regadío.

Aquí no está pasando, en comarcas de alrededor sí, pero en el pueblo no. Lo que está pasando en toda Extremadura es increíble, la transformación de todo el paisaje por las placas solares está siendo brutal. Hay mucha gente trabajando en eso, son ETTs enormes, emplean a mucha gente montando placas solares. Pagan relativamente bien, mil quinientos, dos mil euros. Trabajo relativamente duro, pero no más que la obra, te tienen año y medio, cogen a cien del pueblo, prometen diez puestos de mantenimiento fijo, los cien del pueblo trabajan un año, se acaba la obra, nadie se queda de mantenimiento y a tomar por saco.

Volviendo a la ganadería, una cosa más: casi todo esto es cuestión de qué modelo de sociedad queremos. Habría que pensar si tiene sentido, para pagar el cerdo a cinco euros el kilo en vez de cinco y medio, si tiene sentido montar granjas sin trabajadores. Probablemente el coste social sea mucho más alto que el beneficio que ofrece. La ganadería a pequeña escala es un sustento en pueblos pequeños brutal. En la zona a nuestro alrededor hay pueblos que viven de explotaciones porcinas, de ovejas, a nivel familiar, y es rentable, va bien. Eso se va a acabar en cuanto se permitan explotaciones muy bestias, que no tiene ningún sentido. Una persona que trabaja conmigo tiene su granja de cerdos, tiene sus inspecciones, va la veterinaria, es bastante estricta, eso con uno que saca 20.000 euros al año de la explotación. Pero ¿con una explotación que saca un millón de euros al año? ¿Cómo de fácil es que esos controles empiecen a fallar? Por una cuestión de escala y de mandar a alguien que cobra mil euros que acaba de salir de la carrera a una explotación de alguien que factura un millón de euros y a la que le puedes paralizar el negocio en cualquier momento, y de la que depende gente del pueblo, etcétera. Es complicado. Con empresas como El Pozo y demás, hay un modelo que se está imponiendo, que te dan los lechones y tú los engordas, te ponen ellos todos los veterinarios, todo. Es poco rentable, pero cada vez es más común.

El tema de consumo de carne: es un problema, y va a serlo más cuando el resto del mundo, como tienen derecho, quieran comer como nosotros. Hay que plantearse que nivel de consumo es razonable, e ir a esos niveles, no con políticas restrictivas, que no van a funcionar ni va a aceptar nadie, pero sí pensar cómo. Se produce carne barata porque existe la PAC. El principal objetivo económico de la PAC es que produzcamos cereal a precio de coste y que el pienso valga dos duros. Habría que meter en el precio de la carne los costes reales que tiene. Igual no todos, porque podíamos llegar a una situación de pobreza alimentaria (si metes todos los costes, difícil sería que el kilo de carne costara menos de quince euros), pero habría que ir metiendo algunos costes, empezando por el precio de los cereales. La Unión Europea, poco a poco pero bien, se está centrando en que la PAC vaya a la protección medioambiental en vez de a la producción. Ahora mismo estamos produciendo productos agrícolas bastante caros porque el mercado los absorbe porque están subvencionados, pero el día que los vendiéramos a lo que vale no podríamos competir con la deforestación del Amazonas, ni con lo que se produce en las grandes llanuras de Argentina.

La ilustración es de Adara Sánchez Anguiano.