Jeremy Corbyn fue Líder del Partido Laborista del Reino Unido entre 2015 y 2020. Su aterrizaje como líder de la oposición supuso una revolución en su partido, atrayendo a centenares de miles de nuevos militantes y simpatizantes y poniendo en el centro del debate político mainstream cuestiones como el Green New Deal y la revalorización de políticas progresistas ambiciosas para una gran mayoría con su eslogan «For the Many, Not the Few». Antes de llegar a ser líder de la oposición Corbyn pasó décadas trabajando en los movimientos sociales de base, sobre todo en cuestiones relacionadas con la paz y la solidaridad internacional: el movimiento anti-apartheid en Sudáfrica, la campaña por el desarme nuclear, las campañas contra las guerras en Irak, y muchos otros. Hoy en día compagina su labor como miembro del parlamento por Islington North (circunscripción que representa desde 1983) con la dirección del Proyecto por la Paz y la Justicia, una organización que lucha por «el medioambiente, por la cooperación internacional pacífica, contra la pobreza la desigualdad social y el poder de las grandes empresas».

En Contra el diluvio tuvimos la suerte de poder hacer unas breves preguntas a Jeremy Corbyn sobre su etapa como Líder de la Oposición y sobre sus perspectivas políticas para el futuro. Las reproducimos a continuación ligeramente editadas para mayor claridad y continuidad.

Por Nacho Rubio. 

P. Usted es uno de los mayores y más fieles aliados que los movimientos progresistas latinoamericanos han tenido en Reino Unido. ¿Qué le llevó a interesarse por América Latina en primer lugar?

La primera vez que pisé Latinoamérica fue cuando visité Chile con 20 años, en 1969. Desde entonces la región ha conocido unos niveles de tragedia difíciles de describir, incluyendo la destrucción de los movimientos de base por la justicia social y el auge de dictaduras brutales como la de Augusto Pinochet en Chile precisamente, que pisoteó los derechos humanos y los de los trabajadores. Con demasiada frecuencia, esta brutalidad se produjo con el apoyo de países poderosos como Estados Unidos, con el objetivo de crear un entorno donde los recursos naturales y humanos de América Latina pudieran ser abiertos al capital occidental para su explotación y extracción.

Pero aquellos movimientos, que habían sufrido innumerables castigos y represión autoritaria, nunca abandonaron la esperanza. Los gobiernos de la “marea rosa”, liderados por activistas como Evo Morales y Rafael Correa, se enfrentaron a los poderosos y sacaron a millones de sus ciudadanos del umbral de la pobreza. Sin embargo, los progresistas latinoamericanos siguieron estando acechados por la violencia y el sabotaje, con técnicas como el lawfare ejemplificado en el impeachment de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de su antecesor Lula Da Silva en Brasil, o golpes de Estado como el ocurrido en Bolivia en 2019 contra Morales. Y a pesar de todo nunca renunciaron a la esperanza.

P. ¿Qué cosas cree que deberíamos aprender desde la izquierda europea de los movimientos progresistas del otro lado del Atlántico? ¿Hay alguna figura histórica del socialismo latinoamericano que usted admire especialmente?

Tenemos mucho que aprender de la rica historia de la región. Si pudiera elegir sólo dos lecciones de los movimientos latinoamericanos, la primera sería que los progresistas tienen éxito cuando están unidos: cuando las comunidades indígenas, ecologistas, feministas, el movimiento obrero y los socialistas se ponen de acuerdo en el diseño de un programa común que beneficie a todos por igual. La segunda lección sería el poder de la esperanza. En Brasil, Jair Bolsonaro ha traído miseria a su país a través de una peligrosamente negligente gestión de la pandemia, de la represión de sus críticos, y del avance en la destrucción de la selva amazónica. Pero Lula es ahora libre y volverá a presentarse a la presidencia el próximo año. Nuestros movimientos sufren reveses y derrotas, pero al final siempre llega el momento para que triunfe la justicia y la decencia.

P. La transición ecológica (Green New Deal, reindustrialización verde) requiere de gran cantidad de materiales (litio, cobalto), muchos de los cuales se encuentran principalmente en el sur global. ¿Cómo pueden llevarse a cabo estas iniciativas sin a la vez profundizar –e, idealmente, revirtiendo– las políticas de imperialismo colonial del norte respecto al sur global?

La crisis climática está en el centro de todo. Ya se trate del sufrimiento de las personas desplazadas por inundaciones, sequías y conflictos por la posesión de los recursos naturales, de la destrucción de sus comunidades contaminadas y su medio de vida debida a la extracción de combustibles fósiles, o más cercanamente si sus hijos respiran aire tóxico en nuestras ciudades, los efectos están por todas partes. Y estos problemas están definidos por nuestro pasado, pues es donde se originan las relaciones de poder y opresión que siguen determinando cómo los que se benefician del cambio climático son nos explotan al resto. El cambio climático es ante todo una cuestión de clase, una cuestión de justicia global y una cuestión de derechos humanos.

Es por esto que la justicia climática está en el centro de todo lo que tratamos de hacer y construir en el Proyecto por la Paz y la Justicia. En la COP 26 (la conferencia de la ONU sobre cambio climático que se celebrará en Glasgow este año) tenemos que poner sobre la mesa y defender con fruición las peticiones de los movimientos de base de los de abajo: desde los indígenas de la selva amazónica a los activistas anti-fracking de aquí en Inglaterra. Trabajaremos con aquellos que hagan campaña por empleos verdes que cuenten con una fuerte protección social y sindical, por una transición ecológica que sea justa para los trabajadores, por el fin de la extracción de combustibles fósiles y la explotación de poblaciones y ecosistemas que siempre lleva aparejada.

P. ¿Ve posible conseguir objetivos climáticos ambiciosos desde la política parlamentaria? ¿Qué rol deberían tener las organizaciones de base?

Es esencial que los gobiernos establezcan metas climáticas ambiciosas y lleven a cabo las acciones apropiadas para su realización, desde invertir en empleos verdes hasta frenar a las principales empresas contaminantes, para hacerlos realidad. Sólo los estados, trabajando juntos y respaldados por movimientos sociales masivos, pueden enfrentarse a los culpables y diseñar una nueva forma de economía política.

Y para que cualquier solución funcione, el enfoque en el que se enmarque tiene que ser global, basado en la cooperación y la responsabilidad compartida, no en la competencia y el conflicto. Esto significa trabajar con sindicatos, gobiernos y comunidades para garantizar que se respeten los derechos de la tierra, los derechos de los trabajadores y los derechos humanos, y resolver la crisis climática sin contribuir a otras crisis ambientales.

P. Si pudiera dejarle un mensaje a la siguiente generación de activistas, ¿cuál sería?

La gente solía decir que los jóvenes no estaban interesados en la política, pero en realidad era la política la que no estaba interesada en ellos. Hay una enorme energía por explotar en ese segmento de la sociedad para cambiar el mundo, para que funcione para todos y no solo para unos pocos [NT: literalmente for the many, not the few, unos de los principales eslóganes de su etapa al frente del partido]. Estoy increíblemente orgulloso del enorme crecimiento que experimentó el partido bajo nuestro liderazgo y espero que la energía y el entusiasmo de ese período hagan avanzar y crecer el movimiento socialista, porque nadie cambiará el mundo por nosotros.

P. ¿Cuál piensa que fue su mayor acierto en su etapa como líder de la oposición? ¿Y su mayor error?

Las políticas incluidas en nuestro programa electoral eran populares, y el momento para implementarlas ya ha llegado. Las políticas laboristas dan a la gente lo que quiere y necesita, no sólo lo que permiten los poderosos. La pandemia ha demostrado cuán vitales y oportunas son. Estoy seguro de que algún día serán llevadas a cabo, conjuntamente con una transferencia dramática en la riqueza, el poder político y la igualdad de oportunidades de los poderosos a los de abajo.

Nuestro mensaje resonó con aquellos que estaban hartos de la vieja política, de la austeridad, de las guerras, de criarse y crecer en la pobreza aun viviendo en uno de los países más ricos del mundo. Planteamos el argumento de que esta situación no es inevitable, sino que es consecuencia de una economía construida para servir a unos pocos y no a todos.

Lamento que esto no fuera suficiente para superar la división en nuestro electorado causada por el Brexit y ganar en 2019, pero estas cuestiones subyacentes no han desaparecido. Y requerirán toda nuestra creatividad y energía, llegando a las comunidades de todo el país, para ganar. Muchas de las ideas que necesitamos para que la década de 2020 sea mejor que la de 2010 fueron desarrolladas en y alrededor del Partido Laborista en los últimos años por intelectuales y científicos sociales excepcionales en sus campos. Pero, lo que es más importante, fueron el fruto de las demandas del movimiento social que nos aupaba, y las habilidades, el conocimiento y las necesidades de las comunidades afectadas por los problemas que identificamos.

Debemos basar nuestro proyecto en estas políticas, llevándolas más lejos y adaptándolas al mundo postpandémico para que nuestros movimientos sociales puedan pasar del conflicto y la desigualdad, y hacia la paz y la justicia.

P. Su etapa al frente del Laborismo supuso un motivo de esperanza para mucha gente en todo el mundo, no solo en el Reino Unido. ¿De qué formas podemos reforzar la cooperación internacional y el aprendizaje mutuo entre movimientos y partidos de diferentes países?

Actualmente en el Proyecto por la Paz y la Justicia tenemos cuatro proyectos clave en curso, algunos de los cuales son más específicos para el Reino Unido y otros que necesitarán apoyos de todo el mundo.

Nuestra iniciativa por la seguridad económica está organizada en torno al apoyo directo a comunidades de todo el Reino Unido afectadas por la triple crisis resultante de la austeridad, la pandemia, y la nueva recesión. Nuestro proyecto de justicia global está haciendo campaña para que las vacunas contra la Covid-19 sean asequibles para todo el mundo, y estén disponibles en todas partes. Nuestro plan por la sociedad democrática trabajará para que los medios de comunicación sean más justos, libres y responsables, apoyando el periodismo de interés público y desafiando los monopolios corporativos. Y, finalmente, nuestro proyecto por la justicia climática luchará por un Nuevo Acuerdo Verde en el Reino Unido y en todo el mundo.

Queremos reunirnos con socialistas y progresistas de múltiples naciones para discutir temas que van desde la protección de los refugiados hasta la igualdad en la distribución de vacunas en la India, Europa, los Estados Unidos y América Latina. Se trata de hablar y compartir experiencias, pero también de implementar acción práctica. Antes conversábamos sobre América Latina: el internacionalismo de los trabajadores escoceses que se negaron a producir armas para que el régimen de Pinochet las usara contra su propio pueblo es un ejemplo de lo importante que es la solidaridad entre comunidades de trabajadores allende las fronteras.

Más allá de la izquierda de base necesitamos organizaciones internacionales sólidas donde los países puedan reunirse para encontrar soluciones a nuestros problemas compartidos. Pero es importante que estos foros no siempre terminen dominados por los elementos más poderosos de los países que los atienden. Debemos encontrar maneras de garantizar que la voz de las personas marginadas y sus reclamaciones políticas se exprese en estas conversaciones globales.

P. Y para finalizar, de gunner a gunner, ¿cuál es en su opinión el mejor delantero centro de la historia del Arsenal?

Henry, obviamente.

La ilustración de cabecera «Ladrón de fresas», de William Morris (1834-1886).