Entrevistamos a Johanna Frei, de Ende Gelände, organización alemana dedicada que usa la desobediencia civil masiva para impedir el normal funcionamiento de las minas de carbón.
P: Ende Gelände sois una de las organizaciones contra los combustibles fósiles más importantes de Europa, pero quizá no sois demasiado conocidos fuera de Alemania, o al menos no en España. ¿Podrías describir cuáles son los principales rasgos de vuestro colectivo?
R: Somos una organización de acción civil masiva de desobediencia contra las minas de lignito a cielo abierto. Lo que hacemos es irrumpir en las minas y en las infraestructuras que las rodean con miles de personas y bloquear las excavadoras gigantes y las instalaciones con nuestros propios cuerpos. Lo hacemos vestidos con un mono blanco y con máscara para protegernos del polvo de lignito y de la represión de la policía y de la seguridad privada. Lo que queremos es crear una sensación de empoderamiento en quienes participan en estas acciones, pero también en quienes nos vean a través de los medios. Nuestro mensaje se basa en que necesitamos dar pasos de manera inmediata hacia un escenario de justicia climática y que, si nadie más hace nada, del marrón de echar el cierre ya nos encargamos nosotros.
Con todo, sí que hemos tenido repercusión internacional. Desde el principio, hemos tejido una sólida red internacional y compañeras y compañeros de toda Europa han participado todos los años en nuestras acciones. Hay muchos grupos que se han inspirado en Ende Gelände, como Code Rood en Países Bajes, Limity Jsme My en República Checa y RadiAction en Francia. En el estado español, Gipuzkoa Zukit llevó a cabo una acción en 2017 inspirada en Ende Gelände.
P: Vuestro objetivo son las minas de carbón y en su infraestructura. ¿Por qué las minas y no, por ejemplo, las infraestructuras petrolíferas? ¿Son menos importantes para el sistema energético alemán?
Las minas de lignito renanas son la mayor fuente de emisiones de CO2 de Europa y el carbón en general tiene un papel importante en el sistema de energía de Alemania. El modo de producir electricidad a partir del carbón es además un muy buen ejemplo a través del cual criticar el rol del capitalismo en la generación de la crisis climática.
R: Ya hemos tenido éxito a la hora de reducir la importancia del carbón y ahora están entrando en el debate otros objetivos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en Alemania; tanto en el debate público como dentro de Ende Gelände como colectivo. En todo caso, cuando llevamos a cabo nuestra primera acción, en 2015, el carbón era la clave para que arrancase el debate sobre qué hacer contra el cambio climático.
P: Asistimos a vuestra charla en Madrid en la contracumbre de 2019 y nos sorprendió mucho el sentido de «comunidad» que construís antes y durante vuestras acciones. ¿Podríais explicarnos cómo preparáis y organizáis estas acciones? ¿Existe algún contacto con los trabajadores de las minas o con sus sindicatos?
R: Somos una organización de base y fundamentamos nuestras decisiones en un principio de consenso, lo hacemos así tanto en el proceso de preparación como durante las acciones. Tener voz ya es muy empoderante para la gente. Durante la acción se forman grupos de afinidad de unas pocas personas que cuidan unas de otras. Estos grupos de afinidad se unen en lo que llamamos «dedos». Estas unidades de en torno a cien personas participan juntas de las acciones y entran juntas en las zonas mineras para bloquear las grandes excavadoras y otras infraestructuras. A menudo tenemos que atravesar las líneas policiales, cosa que hacemos con una técnica especial que hemos aprendido del movimiento antinuclear alemán, pero que solo funciona si todo el dedo trabaja junto. Demostramos que juntos somos más fuertes que la represión del estado. Todos estos principios los explicamos y entrenamos antes de las acciones. Generalmente existe un gran sentido de comunidad y solidaridad durante las acciones, pero también después.
Ende Gelände forma parte de un movimiento amplio de resistencia contra el lignito en Alemania. Ha habido distintos intentos de entablar un diálogo con los trabajadores y los sindicatos, pero nos ha resultado muy difícil. En todas nuestras declaraciones siempre dejamos claro que deseamos una transición justa para los trabajadores y para toda la región. El problema es que actualmente los trabajos en ámbitos destructivos climáticamente a menudo están mejor remunerados y tienen mejores condiciones laborales que los de espacios alternativos. No obstante, poco a poco se está iniciando un debate dentro de los sindicatos alemanes en torno a qué hacer acerca del cambio climático.
P: El objetivo de Ende Gelände es cerrar las minas para siempre. Nos preguntamos si vuestras acciones aspiran a cerrarlas por sí mismas o si las veis más bien como «agitación» contra los combustibles fósiles. ¿Lleváis a cabo algún tipo de acción «destructiva» contra estas infraestructuras o la presión contra alguna de estas minas se prolonga en el tiempo? Además, ¿cómo se vuelca esta presión hacia las instituciones políticas, si es que os relacionáis con ellas de algún modo?
R: En su momento decidimos bloquear las minas solo con el cuerpo y no llevar a cabo ningún tipo de sabotaje. Tenemos un «consenso de acción» que deja esto claro y a la gente que quiere poner en marcha otro tipo de acciones les pedimos que lo hagan en otro momento y no durante las acciones de Ende Gelände. Queremos que el mayor número de gente posible se sienta cómoda y se una a nosotros, también gente que nunca ha participado en ningún tipo de acción. Esto lo logramos llevando a cabo acciones a unos niveles más «bajos». Es más, esto nos permite comunicar nuestra actividad públicamente.
Con algunas de nuestras acciones de hecho hemos logrado una caída en la producción de electricidad, pero por lo general a lo que aspiramos es iniciar un debate público. Por ello, estas acciones solo duran unas horas o unos días. Sencillamente, queremos que se preste atención a la justicia climática y a lo que Alemania puede hacer por ello. Ahora bien, la transición entre una acción exitosa y un cambio real en las políticas es un proceso complejo y siempre estamos debatiendo sobre cómo lograr un resultado lo más favorable posible para nuestros intereses. Ya hemos conseguido alguna reducción en la quema de carbón, pero, por supuesto, queremos más.
P: Hace poco entrevistamos a Andreas Malm y proponía que debemos ser capaces de responder cuando golpeen las catástrofes climáticas y no solo llevar a cabo acciones sin relación con la situación climática coyuntural. Por ejemplo, sugería que, cuando llegue la próxima ola de calor a Europa, deberíamos atacar las infraestructuras de los combustibles fósiles para poner en relación ambos hechos y ganar cierto poder social y político. ¿Creéis que en este momento tenemos el suficiente poder de masas y organizativo para hacer este tipo de cosas? ¿Qué tendríamos que hacer para llegar hasta ahí?
R: Ende Gelände ha acogido el surgimiento de muchos grupos locales y de varias acciones por la justicia climática dentro y fuera de Alemania. Sea lo que sea lo que queramos lo que necesitamos es una base fuerte. En este momento nuestras estructuras están debilitadas por la pandemia, pero el público no se ha olvidado totalmente del problema climático. Hay mucha gente que traza una frontera entre los problemas climático y medioambiental y el coronavirus, pero la lucha contra la catástrofe climática ya no está en los titulares como lo estaba en 2019. En este momento de lo que hay que asegurarse es de que los medios utilizados para lucha contra la pandemia y contra sus consecuencias no nos hagan profundizar aún más en la emergencia climática, sino que deben ser socialmente justos y ecológicamente sostenible. El reinicio de la economía europea determinará qué dirección tomamos como sociedades.
P: Vuestro trabajo ha sido tremendamente importante para subrayar lo importantísimo que es dejar de que quemar combustibles fósiles, pero quizá estéis de acuerdo con que es necesario aumentar la escala de nuestras acciones e ir más lejos, y que esto tiene que pasar en todas partes. Aunque, desde luego, la pandemia ha supuesto un duro golpe para el movimiento climático, ¿tenéis algún plan para profundizar en vuestras acciones en el futuro próximo?
R: En estos momentos estamos en proceso de planificar nuestros próximos pasos. Tenemos la sensación que únicamente aumentando la escala y haciendo que nuestras acciones sean cada vez más grandes no vamos a alcanzar nuestra meta de una sociedad climáticamente justa. Lo que estamos planteándonos es extender nuestros objetivos y hacer frente a otras formas de combustibles fósiles que sean fuente de gases de efecto invernadero, estamos pensando qué imágenes potentes podemos crear con nuestras acciones. Esto no tiene por qué ser a través de acciones con más gente o que sean más «radicales». Lo que se percibe como más radical a menudo es también muy exclusivo y difícil de explicar al público. Lo que queremos es ser más inclusivos y que la gente entienda por qué hacemos lo que hacemos.
Ahora mismo estamos trabajando el asunto del racismo. Como sabemos, la crisis climática está fuertemente vinculada al colonialismo y al racismo. Por una parte, queremos hacer que estos vínculos sean evidentes; por otro, queremos combatir nuestro racismo internalizado. Hemos iniciado un proceso interno de reflexión sobre el modo que tenemos de organizarnos e intentamos trabajar con más grupos indígenas y racializados. Para nosotras y nosotros, el siguiente paso se basa en pensar cómo podemos ser un grupo y un movimiento más holístico. Sin luchar contra estructuras como el racismo o el patriarcado no vamos a ser capaces de frenar la crisis climática.
La ilustración de cabecera es «Mina de carbón en el Borinage», de Vincent van Gogh (1853-1890).