Por Wolfgang Harich.

Nota de Andreas Hayer, editor de las obras completas de Wolfgang Harich: Este artículo lo redactó Harich posiblemente durante el verano de 1980 (en el texto menciona el 10 de julio). A finales de ese año debía aparecer en un volumen sobre argumentos a favor y en contra de Los Verdes. No he podido encontrar esta publicación ni confirmar su existencia. El manuscrito comprende cinco páginas a máquina de escribir con algunas modificaciones a máquina, que, como es habitual, han sido tomadas como la última versión.

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Este libro, al que se me ha invitado a contribuir con un artículo, será, pese a todas las afirmaciones de objetividad del editor, un libro en general contra el partido de Los Verdes. El esquema “a favor-en contra” sobre el que ha de construirse este libro garantiza en cualquiera de los casos ya un 50% de contrarios a Los Verdes. Pero como quiera que las voces a favor reflejarán posiciones tan diferentes (como la opinión del comunismo de Herbert Gruhl[1] y la mía, en el caso de que participe), se sugiere al lector que delante suyo tiene una multitud abigarrada y enfrentada entre sí que no puede tomarse seriamente.

¿Se espera realmente que contribuya a ello sin pensarlo? ¿Estoy contribuyendo a un patético esfuerzo de mi profundamente odiado pluralismo, que otorga las mismas oportunidades a la mentira y, en el mejor de los casos, al error que a la verdad?

Estoy a favor de Los Verdes, en especial por quienes se organizan políticamente de manera autónoma. En su partido veo una necesidad que vinculo a grandes esperanzas. Si por mí fuese, por lo que a mí me gustaría, les ayudaría a aumentar su influencia y poder sobre la inmensa mayoría de los alemanes de la República Federal. Que partidarios de corrientes extraordinariamente diferentes, con frecuencia opuestas, acudan a él, es, me parece a mí, algo que habla a favor de este partido: por la importancia para la supervivencia de sus objetivos, y, por motivos similares, por su potencialmente amplia fuerza integradora, que, sin embargo, por esos mismos motivos también sólo pueden afianzarse bajo enormes dificultades, en un proceso repleto de reveses y conflictos, con recursos provisionales como “el consenso de mínimos” o la “unidad en la pluralidad”.

Toda comparación con pequeños partidos anteriores, que allí vienen y van, está fuera de lugar. El GVP,[2] por ejemplo, pasó a ser irrelevante tan pronto como se hizo evidente que todos los esfuerzos por restaurar la unidad de Alemania no tenían ninguna perspectiva. El BHE[3] pasó a ser superfluo en la medida en que en se integró en la República Federal a los desplazados. En la historia pasada de la CDU, la prehistoria del DP[4] encontró finalmente un cómodo refugio. Los Verdes son algo completamente diferente: en vez de ocuparse de cuestiones y dificultades efímeras lo han hecho con los problemas del milenio. Se han presentado para protegernos de catástrofes mundiales como la historia nunca antes ha conocido. Y porque posiblemente posiblemente ya viven entre nosotros las últimas personas cuya existencia misma está amenazada por estas catástrofes, son sobre todo los jóvenes intelectuales quienes acuden en masa a Los Verdes. Esto no puede cambiarse.

De continuar inexorable esta tendencia, aumentará constantemente hasta que la autodestrucción del homo sapiens sea detenida o se complete. Como el mayor peso de las tareas que Los Verdes se han impuesto se encuentra en el terreno extraparlamentario, apruebo de igual modo que participen en elecciones parlamentarias y no las utilicen solamente para hacer oír sus puntos de vista, sino que traten de irrumpir también en los parlamentos para, desde sus tribunas, llevar a cabo una tarea de pedagogía de masas ecológica, y, en la medida de las posibilidades, la aprobación de mejores leyes, como lobby especialmente de las generaciones futuras.

Todo esto es algo que valoro mucho. Ahora bien: si tiene sentido en un caso concreto o no es algo que debe repensarse de nuevo a cada vez. El 7 de octubre en Bremen y el 16 de marzo en Baden-Württemberg tenía sentido. Tenía sentido también antes, en las elecciones directas al Parlamento Europeo, en la medida en que allí podía dejarse claro que los diputados, por ejemplo, de los radicales italianos, no podían apoyarse solamente en sus electores nacionales, sino en millones de franceses y alemanes de la República Federal, quienes, como consecuencia de los antidemocráticos umbrales electorales en vigor en sus respectivos países no pueden tener una representación directa en Estrasburgo.

En las inminentes elecciones federales, el 5 de octubre de 1980, la candidatura de Los Verdes –opinan muchos– no tiene por el contrario ningún sentido. Es más, conjura el peligro de que la Unión Demócrata Cristiana / Unión Cristiana Social (CDU/CSU), como partido más enemigo de la ecología en el espacio germanoparlante, que además supone un peligroso riesgo para el mantenimiento de la paz, junto con sus indeciblemente odiosos candidatos a la cancillería, ayude  indirectamente a una violencia gubernamental.

Así lo ven algunos, y tienen sus motivos. Otros aportan argumentos lúcidos de que la amenaza de [el candidato conservador] Franz Josef Strauß no es otra cosa que el garrote con el que los social-liberales fetichistas del crecimiento económico, en una obvia no menor dependencia de Estados Unidos por parte del flagelo de la ominosa decisión de Bruselas de instalar misiles, pensaron en aniquilar por ese precio al único partido con múltiples posibilidades para proteger la paz, la vida y el medio ambiente, y especialmente conducir a la joven generación políticamente a la apatía y la resignación. En consecuencia, al menos Los Verdes han dado un paso al frente, al riesgo incluso de no lograr superar el umbral del cinco por ciento.

Que este umbral todavía exista es, conviene notarlo de paso, culpa del SPD y el FDP, que así demuestran que son quienes ante todo ven a Strauß como el mal menor, menor en comparación a la continuación de su propio gobierno, que sería necesariamente con toda seguridad tolerado por Los Verdes contra la CDU/CSU, y ello sin pretensiones a una cartera ministerial. Por mi parte, debo admitir que hoy –escribimos el 10 de julio de 1980– oscilo entre estos dos puntos de vista brevemente esbozados. El 11 de junio envié a la dirección de Los Verdes un escrito en el que los disuadía con urgencia de presentarse a las elecciones federales. Apenas una semana después me retracté, después de que Karl Kerschkins y Roland Vogt me convencieran de lo contrario en Maguncia. En el congreso en Dortmund renuncié a tomar la palabra, aunque de los invitados presentes hubiera tenido un poco más que decir del tema que, pongamos por caso, la comuna de indios de Núremberg.[5]

Después de que la campaña, que una vez más, por desgracia, haya sido personalizada por los gobernantes de la República Federal siguiendo el patrón americano, me parece que el canciller federal Helmut Schmidt es más predecible, para lo bueno y para lo malo, que su contrincante, Strauß. Sin embargo, si este mérito de su personalidad tendrá algún tipo de efecto en una política que se distinga de manera apreciable en su esencia de la de la CDU/CSU, es para mí por ahora una cuestión abierta, y quizá esta cuestión aún no pueda responderse con claridad en agosto, con la publicación de este libro, supuestamente pseudobjetivo.

Sea como fuere: el principal objetivo de la campaña de Los Verdes es en cualquier caso el programa nuclear en todos sus aspectos, tanto el civil como el militar. Y en el civil se remiten al informe final presentado el 26 de junio en el Bundestag por la comisión de investigación sobre “política energética futura”.

En él, la mayoría de los miembros de la comisión, compuesta de ocho expertos científicos así como de tres diputados del SPD y uno del FDP, reclama adoptar una decisión definitiva sobre un futuro con o sin centrales nucleares sólo en 1990.

Esta recomendación queda muy por debajo de las reivindicaciones anti-nucleares de Los Verdes. Pero puesto que los tres miembros de la comisión pertenecientes a la CDU/CSU han emitido un voto en minoría a favor de la inmediata aceleración y extensión de la construcción de centrales nucleares y denunciado las drásticas medidas de ahorro energético recomendadas como un paso hacia “el abandono de la economía de mercado”, en verdad no podía dudar de ningún simpatizante de Los Verdes, donde hasta la fecha sólo se encuentran bien el mal menor, bien el mayor, a condición solamente que se satisficiese una condición adicional: que hasta el 5 de octubre, el tiempo aún restante para los políticos en campaña de la coalición social-liberal, con el canciller federal Schmidt a la cabeza, unánimemente, sin peros de ningún tipo, hagan suya la propuesta de la mayoría de la comisión y la eleven a promesa electoral vinculante. Con una acción controlable como ésta todavía podría limitarse el potencial electoral de Los Verdes, algo difícil de que ocurra con meras palabras. De otro modo el establecimiento de la comisión no habrá sido más que una forma de blanqueamiento.

Y en cuanto al aspecto militar del programa nuclear, que en la tensa situación mundial aún considero más precario, vale a todos los efectos lo mismo. Durante la visita del canciller a Moscú el gobierno soviético ha mostrado su voluntad de obrar de buena voluntad. En este momento está dispuesto a entrar en negociaciones por el controvertido problema de los misiles nucleares balísticos de alcance medio entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, antes de que el Senado estadounidense ratifique el SALT II y se suspenda la instalación de misiles de la OTAN en Bruselas. Dos preguntas siguen abiertas. La primera: ¿Cómo reaccionará a ello el gobierno estadounidense? Y la segunda: de ser la reacción de Washington negativa o contemporizadora, ¿se llevará Helmut Schmidt durante la campaña electoral finalmente a una declaración, desde hace tiempo necesaria, asegurando que ha llegado el momento de poner fin a la llamada solidaridad atlántica ahora que los estadounidenses se han separado definitivamente de los intereses europeos occidentales, y especialmente de los de la República Federal, y que de ello se concluye que no habrá ahora ni nunca un estacionamiento de misiles Peshing-II y misiles de crucero en suelo de la República Federal?

También esto queda muy lejos de lo que quieren Los Verdes, que defienden una noción de defensa social, no-militar, y a quienes intentan hacerles ver que conceptos alternativos de defensa como el del general austríaco Spannocchi o el genial investigador de conflictos alemán Horst Afheldt son posiblemente más realistas, los tratan pronto con sospecha. Piénsese al mismo tiempo en su mayoría, lo suficientemente flexible, para un Helmut Schmidt, que, en caso de un sabotaje estadounidense a las actuales oportunidades de desarme quisiese separarse de manera discernible de los belicistas al otro lado del Atlántico, viese en Strauß un mal menor, o mejor dicho: en una CDU/CSU, que con o sin Strauß como canciller hiciese ministro de Defensa a un militarista homicida por el señor [Manfred] Wörner,[6] suponiendo que llegase al gobierno. Pero quién sabe: quizá Schmidt acabe entendiéndose con los americanos, tanto da cómo se comporten, caiga quien caiga. Entonces el potencial electoral de una visita del verde Schmidt a Moscú se consideraría del mismo modo como un blanqueamiento, y con razón.

En pocas palabras, recae sobre la socialdemocracia y el FDP, en quienes amplios sectores de la población ha depositado sus esperanzas, también en Los Verdes, hacerse relativamente elegibles en primer lugar. Si lo logran, y en qué grado, es algo que por ahora está por ver. Por el momento sólo puedo en consecuencia calificar como absolutamente inaceptable a la CDU/CSU. Por el momento, digo, al considerar incluso a partidos que no tienen ninguna posibilidad, sólo diría que sí a Los Verdes, y a los social-liberales, en el mejor de los casos, un sí condicional. Que así me niegue a prestar el deseado servicio a las verdaderas intenciones de este libro a favor y en contra es algo de lo que me disculpo. Cualquier afirmación más definitiva sería ahora mismo demasiado temprana. En el transcurso de septiembre me permitiré volver a expresarme sobre esta cuestión.

Sin embargo, y al margen de cuál sea mi recomendación: el peso pesado de la política verde, lo digo de inmediato, descansa en cualquiera de los casos en el espacio extraparlamentario. Por ese motivo tengo la intención de participar, bajo cualquier circunstancia, en las grandes manifestaciones de este otoño una semana antes de las elecciones federales, protestas que van desde una instalación nuclear civil (por ejemplo, en Mühlheim-Kärlich) a una base militar con misiles nucleares (por ejemplo, en Coblenza y alrededores), protestas que comprenden todos los aspectos del programa nuclear contra el que luchan Los Verdes. Los iniciadores son la Unión Federal de Iniciativas Ciudadanas para la protección del medio ambiente (Bundesverband Bürgerinitiativen Umweltschutz – BBU), la Sociedad Alemana por la Paz (Deutsche Friedengesellschaft) y la Unión de insumisos al servicio militar (Vereinigten Kriegdienstgegner). A mediados de junio tuvo lugar en Maguncia su conferencia de coordinación, en la que se constituyó al mismo tiempo la comisión de trabajo y política de paz y no-violencia de Los Verdes. Para saber más puede contactarse a la coordinación Ecología y Paz, Hellbergstraße 6, 7500 Karlsruhe 21.

¿Convergerán estas manifestaciones con los diversos movimientos para frenar a Strauß? ¿O se verán obligadas a dirigirse contra todos los partidos representados en el Bundestag de Bonn? No es de Los Verdes de quien ello depende.

La ilustración de cabecera es «Brushstrokes», de Sol LeWitt (1928-2007).  Traducción de Àngel Ferrero.

[1]Herbert Gruhl (1921-1993): Miembro fundador de Los Verdes. Gruhl fue durante nueve años (1969-1978) diputado de la CDU, que abandonó con gran repercusión mediática por su oposición a la energía nuclear para fundar el partido Grüne Aktion Zukunft (GAZ), una de las formaciones que participó en enero de 1980 en el congreso fundacional de Los Verdes, representando al ala conservadora del movimiento. En marzo de ese mismo año GAZ abandonó Los Verdes. Gruhl fue un destacado crítico del crecimiento económico, pero sus controvertidas posiciones sobre la cuestión de la sobrepoblación, rayanas en la xenofobia, le valieron la repulsa del movimiento ecologista alemán, entonces mayoritariamente de izquierdas.

[2]Gesamtdeutsche Volkspartei (GVP): El Partido Popular Panalemán fue un pequeño partido demócrata cristiano de posguerra (1952-1957) que se oponía a la integración de Alemania en la esfera atlántica y el anticomunismo de la CDU de Konrad Adenauer y defendía una agenda política de distensión entre campos que condujese a una Alemania unificada y neutral. Tras su disolución, la mayoría de sus militantes pasaron al SPD.

[3]Bund der Heimatvertriebenen und Entrechten (BHE): La Liga de los Expulsados y Privados de derechos fue un partido que agrupaba a los alemanes étnicos expulsados de Europa oriental y los antiguos territorios alemanes orientales. Con una inclinación claramente nacionalista alemana, anticomunista y reaccionaria, formó coalición con el Bloque Pangermánico (1950-1961), y defendió la restauración de las fronteras alemanas de 1937. En 1961 se fusionó con el Partido Alemán (DP) para formar el Partido de toda Alemania (GVP). En 1969 el partido quedó fuera de las instituciones debido a la integración de los antiguos expulsados en la República Federal de Alemania.

[4]Deutsche Partei (DP): El Partido Alemán fue un partido nacionalista y conservador. En 1961 se fusionó con la BHE para formar el Bloque Pangermánico. Tras su declive, la mayoría de sus militantes ingresaron en la CDU, mientras otros crear el Partido Nacional-Demócratico (NPD), de extrema derecha.

[5]“Comuna de indios”: Fundada en 1971 en Heidelberg antes de trasladarse en 1977 a Núremberg, esta comuna creada por activistas de extrema izquierda –el nombre elegido hacía referencia a su carácter marginal y pretendiadmente antisistema– estaba influida por las teorías de la antipsiquiatría y antipedagógicas. Sus miembros participaron en el movimiento antinuclear o LGTB+. Próxima a Los Verdes en sus primeros años, una de sus demandas era la legalización de la pederastia, el rechazo de la cual llevó a una relación tensa con el partido y protestas de miembros de la comuna, que llegaron a ocupar algunas de sus sedes.

[6]Manfred Wörner (1934-1994): Presidente de la Comisión de Defensa del Bundestag (1976-1980), posteriormente ministro de Defensa (1982-1988) y secretario general de la OTAN (1988-1994).