A finales de diciembre y en el marco de la Cumbre Social por el Clima, organizada como alternativa de los movimientos sociales a la COP25, nos sentamos a hablar con Rishi Sugla, miembro del Centro Interdisciplinar de Justicia Ambiental. CIEJ, por sus siglas en inglés, es una organización basada en San Diego, California, que reúne a investigadores, científicos y expertos en estudios etnográficos. A parte de dedicarse a la academia, sus integrantes centran los esfuerzos de la organización en promover solidaridad internacional y trabajar en el apoyo de luchas decoloniales y antiextractivistas con sus investigaciones. Esta entrevista se centra sobre todo en el trabajo que hacen con comunidades del pueblo Lickan Antay en Chile y Argentina, que se enfrentan a empresas multinacionales en la defensa de su territorio contra la extracción de litio, un recurso clave para la manufactura de baterías y central en procesos de descarbonizacion.
P: Formas parte de una organización llamada CIEJ, ¿podrías decirnos cómo surgió y cuáles son vuestras líneas de trabajo principales?
R: CIEJ son las siglas para Centro Interdisciplinar de Justicia Ambiental (Center of Interdisciplinary Environmental Justice) y empezamos hace cuatro años, después de una serie de incidentes racistas en el campus de nuestra universidad, Universidad de California San Diego. El último consistió en que se acusó de robo, de forma ilegítima y completamente sin pruebas, a una persona negra. Una serie de correos electrónicos empezaron a circular cuestionando quién era esta persona y por qué estaba en el campus, etc. Mientras tanto, los demás miembros y yo estábamos sentados viendo cómo se desarrollaba todo y pensando: «En serio, otra vez esto no». Ocurrió en una facultad de ciencias, fue en el Instituto Scripps de Oceanografía, una división de nuestra universidad, donde estoy obteniendo mi diploma de investigación y donde han estudiado también otras personas de nuestra organización. Hablando de esto entre un grupo de futuros miembros, estudiantes de nuestra facultad además de estudiantes de la facultad de Estudios Étnicos, llegamos a la conclusión de que los científicos no suelen tener ninguna noción de clase, raza, género, orientación sexual, de nada de esto. Por eso decidimos empezar a impartir una clase llamada «El análisis crítico de la ciencia y la justicia ambiental». Empezó como un curso multidisciplinar y transversal, involucrando a nuestras dos facultades y con los Estudios Étnicos aportando el componente de análisis crítico, específicamente a través de una lente descolonial.
La clase combinaba el uso de datos científicos para demostrar que las diferentes afirmaciones hechas desde los Estudios Étnicos eran de hecho ciertas: que existe discriminación en la calidad del aire en Estados Unidos, en el acceso al agua, en la distribución de las personas más afectadas por el cambio climático, etc. Luego, después de los dos primeros años de enseñar este curso recibimos un correo electrónico de un profesor marxista de literatura, Luis Martín-Cabrera, también de la Universidad de San Diego que había pasado un par de años en el Salar de Atacama trabajando con comunidades del pueblo Lickan Antay tanto en Chile como en Argentina. El correo electrónico era para todos los estudiantes del Instituto Scripps, en realidad, y en él contaba justo eso: que había estado viviendo con comunidades Lickan Antay y que estaban siendo muy impactados por la minería de litio. Querían saber si había científicos dispuestos a ayudarles a entender si lo que las compañías mineras les estaban diciendo era cierto, si había científicos dispuestos a ayudarles a aclarar si había otros datos que no estaban viendo o a los que no tenían acceso, este tipo de preguntas. Cuando vi este correo electrónico, inmediatamente lo reenvié a la gente de nuestro grupo y les dije que por lo menos debíamos hablar con él sobre el contenido de su correo electrónico y sobre qué tipo de colaboración buscaban.Pensamos: «Somos científicos y estamos impartiendo una clase sobre esto, sobre cómo usar la ciencia en pro de la justicia, pero si hay una oportunidad de hacer más que sólo hablar de ello, entonces deberíamos al menos considerarla». Eso es lo que pasó. Hablamos con Luis y terminamos haciendo nuestro primer viaje para conocer estas comunidades, a estas personas. Fui con otro par de miembros y lo que resultó de ese viaje fue una reafirmación de lo que ya sabíamos: que el acceso a la información científica es en sí mismo una barrera a la justicia. Teníamos razón en nuestra creencia de que la ciencia se usa comúnmente como herramienta para el capitalismo y el colonialismo y que los gobiernos van a las comunidades diciendo: «Ah, ustedes tienen este conocimiento tradicional, este conocimiento ancestral de esta tierra y han vivido aquí cinco mil años pero no tienen ningún dato. Si quieren apoyar sus exigencias necesitan datos. Las compañías mineras tienen datos, y estos son los que están disponibles, así que estos son los datos en los que vamos a confiar».
P: Así que lo que dicen básicamente es que como históricamente no han recogido los datos científicos para respaldar sus saberes, esto se utiliza para justificar los límites de sus tierras históricas.
R: Sí, justo. Esto también tiene que ver con jerarquías en la ciencia y el conocimiento puramente científico por encima de otros tipos de conocimiento. Así que después de reunirnos con ellos dijimos: «Bueno, vamos a hacerlo» y pensamos que lo menos que podíamos hacer para solidarizarnos con su lucha era leer estos informes que las compañías mineras estaban publicando, evaluar críticamente las declaraciones que las compañías estaban haciendo y contrastarlas con la investigación de otros científicos de la región y tratar de hacer una evaluación independiente de lo que está sucediendo en la región. Tratamos de ir más allá de la ciencia de todos modos, porque no está claro si, incluso si estas comunidades llegasen a obtener acceso y a manejar datos propios para respaldar sus demandas, llegarían a ser escuchadas y las instituciones y los tribunales reconocerían sus derechos. Las instituciones políticas están usando activamente la ciencia como una barrera para que estas comunidades ejerzan sus derechos.
P: ¿Cómo empiezan normalmente estos proyectos? ¿Presentan los funcionarios del gobierno a las comunidades indígenas los datos y los planes de la empresa minera y tienen acceso a ellos o simplemente aprueban los proyectos sin siquiera informar a las comunidades?
R: Esto es complejo porque los procesos en Chile y Argentina son diferentes. Aunque se trata de las mismas materias primas y las mismas prácticas mineras, en Chile hay una cantidad decente de acceso a los datos de las compañías mineras, aunque siempre sean los que ellas mismas han obtenido. Esto se debe a que hay una larga tradición de prácticas de resistencia pasadas, dado que sus sitios ancestrales iban a ser tomados por el gobierno y ellos protestaron, en parte bloqueando caminos y carreteras, y reclamaron la propiedad de sus tierras y cierto nivel de autonomía sobre la región. Por eso, el gobierno, al menos sobre el papel, está pasando por mociones de consulta y aunque en la práctica las comunidades ven que es bastante absurdo y limitado, en teoría tienen cierto nivel de acceso a los datos, a la información y recursos.
En Argentina la situación es completamente diferente. Estas comunidades son deliberadamente y completamente excluidas de todos los niveles de participación en política institucional. No hay ninguna vía de consulta, teórica o práctica, no tienen acceso a más información que la que las compañías mineras puedan poner en sus sitios web.
P: Una de las bases de vuestro colectivo es la creencia compartida de que ciencia y política están y han de considerarse entrelazadas. Sin embargo, esto no siempre ha sido así hasta ahora, o no ha sido para bien. Tradicionalmente, la mayoría de los científicos se han declarado apolíticos y la ciencia ha sido utilizada, como has dicho, en contra de las formas de vida tradicionales y con horribles consecuencias para el planeta. ¿Crees que el cambio climático está impulsando cambios en estas tendencias pasadas, que los científicos están empezando a posicionarse políticamente debido a él?
R: Creo que para muchos científicos está cambiando, sí, aunque sea solo un poco. Creo que muchos científicos están viendo datos que evidencian la catástrofe climática que está a punto de ocurrir y sienten la necesidad de interactuar con responsables políticos, o de hablar de ello, de hablar de cómo esto es un problema. Sin embargo, mucha gente todavía no siente la necesidad de comprometerse con soluciones específicas o de criticar el sistema actual de una manera realmente seria. Hay científicos que se comprometen un poco más políticamente. En nuestro grupo lo que hemos llegado a entender es que la ciencia es algo que está estructuralmente incrustado dentro de las instituciones políticas e incluso si se consigue dar con resultados, con un conjunto de datos que podría considerar completamente objetivo, lo que sea que eso signifique, las instituciones que deciden qué ciencia es financiada, para quién es, quién tiene acceso a los datos, etcétera, están tomando decisiones políticas. Lo que nos preguntamos entonces fue: «Bien, siendo esto cierto, ¿cómo integramos sistemáticamente la ciencia en la resistencia, en el trabajo anticapitalista y en el trabajo descolonial?». Queríamos cambiar el marco una vez que nos dimos cuenta de que siempre estará incrustado en instituciones no objetivas.
P: Bueno, también hemos visto finalmente alguna reacción por parte de grandes instituciones científicas condenando las prácticas discriminatorias sistemáticas dentro de sus propios muros con el caso del Laboratorio del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) y su relación con Jeffrey Epstein. Se reveló que tanto el laboratorio como su director habían recibido fondos directamente de él y esto solo demuestra cómo estas instituciones están incrustadas en la estructura patriarcal y capitalista. Muchas científicas se habían posicionado antes, con críticas que no se escucharon durante años y años hasta que la historia salió a la luz para el público general. Algunas personas renunciaron en protesta y otras fueron presionadas para renunciar por permitir esto, como el director, pero éste es único un caso y solo una institución.
R: Está presente en todos los niveles, es completamente estructural y se manifiesta de muchas maneras. Otra forma es cómo los gobiernos se siguen dirigiendo a las comunidades diciendo que la ciencia es necesaria para su desarrollo, pero al final siguen financiando investigaciones, a veces extremadamente interesantes, cuyos encuadres siempre coinciden con los intereses del propio Estado. Entonces, ¿cómo se supone que estas comunidades van a confiar y ganar acceso a los datos e información que les requieren? El problema es completamente estructural.
P: Una persona de nuestro colectivo se queja a veces de los geólogos, aunque no queremos generalizar, porque como la mayor parte de su trabajo normalmente es pagado por empresas de combustibles fósiles, aunque puedan empezar siendo algo idealistas, al final termina volviéndose muy feo.
R: Es muy complicado, y esta es una de las razones por las que en CIEJ hemos pensado tanto en cómo y por qué hemos terminado siendo científicos en Estados Unidos quienes trabajan con comunidades indígenas de Chile y Argentina. Es una pregunta muy interesante y que nos hemos hecho muchas veces. Surgió en el primer viaje, obviamente, y fue entonces cuando nos dijeron que habían contactado con científicos de Chile y Argentina, pero que ellos ya trabajaban o recibían financiación de empresas mineras chilenas. Por supuesto, vivimos en una sociedad neoliberal y globalizada y existe la posibilidad de que proyectos de investigación en California sean financiados por la misma empresa con explotaciones mineras en Chile, pero también pensamos que vale la pena tener un grado de separación y poder construir movimientos transnacionales de solidaridad, que es un componente fundamental de lo que hacemos. La minería también es impulsada por el consumismo transnacional y las empresas transnacionales. Así que el otro componente de nuestro trabajo es la construcción un movimiento, por ahora principalmente en California, de protesta y concienciación sobre los impactos de la minería de litio en estas áreas, sobre el consumismo verde, sobre las trampas de la energía renovable y las falsas soluciones climáticas. Esta es otra forma en la que podemos usar nuestro privilegio y nuestro acceso a los recursos para tratar de subvertir el estado.
P: Entonces y para entrar un poco más en detalle, ¿podrías contarnos qué es el triángulo de litio, explicando el mapa actual y presentando las comunidades con las que trabajas que viven en esa zona?
R: Claro. El triángulo de litio es un área que abarca diferentes partes de Chile y Argentina y también la zona sur de Bolivia. Incluye el Salar de Atacama, zonas del Altiplano andino a esa altura, la provincia de Jujuy en Argentina y el Salar de Uyuni en Bolivia, del cual seguro que mucha gente ha visto hermosas fotos. Contiene, según diferentes estimaciones, entre el 50% y el 70% de las reservas planetarias de litio.
P: La mayor parte del resto se encuentra en Australia, ¿no? Así que realmente hay dos centros principales para la extracción de litio, en grandes cantidades se encuentra principalmente en estos dos lugares, no hay muchas otras opciones.
R: Sí, justo, en esta región el litio se encuentra mayormente en aguas subterráneas ricas en minerales, en forma de salmuera. Aparece en aguas subterráneas y realmente está saturado en ellas. Ahora mismo estos acuíferos no están siendo reabastecidos por lo que ya ha alcanzado recargos negativos y su nivel está disminuyendo. Por el propio clima de la región, es el desierto más seco del planeta, el lugar más seco en el planeta exceptuando el centro de la Antártida.
Las comunidades con las que trabajamos son parte del pueblo Lickay Antay y han estado viviendo en la región más de cuatro mil años. Por supuesto, ahora las comunidades están divididas por fronteras nacionales impuestas que restringen su acceso a todas sus tierras ancestrales. A pesar de, o especialmente debido al hecho de que éste es uno de los lugares más secos del planeta, el agua juega un papel central en su modo de vida y de relacionarse con el medioambiente. Hay lagunas preciosas por todos lados, existen estos lugares sagrados conocidos como «Ojos» que son pozas circulares. Todo el emplazamiento cósmico de estas comunidades se localiza en un lugar específico, de donde vienen sus ancestros. No hay forma de transferir esta cultura a otro sitio, o cualquier otra ocurrencia que se pueda tener. Este es el centro de su hogar.
El problema es que el agua se depositó aquí mayormente en diferentes regímenes climáticos al final del último máximo glacial, hace once mil o doce mil años, y no está siendo reabastecida. Llegan a caer entre cuatro y siete milímetros de agua cada año. Relacionando esto con la extracción del litio, y al aparecer este metal en esta salmuera, se requiere una cantidad extrema de agua para conseguirlo. Tienes que bombear la salmuera hasta la superficie y dejar que se evapore todo el agua. Existen una serie de piscinas enormes, dentro de unas instalaciones de aproximadamente ocho kilómetros de longitud compuestas por piscinas y piscinas llenas de agua evaporándose sin parar. Ciertas sales que están en el agua se precipitan y se separan, lo mueves a otra poza, añades más agua, en la siguiente poza sigue la precipitación y finalmente, como es un elemento ligero, acabas con una especie de lodo de litio. Luego lo mandas fuera para que sea procesado químicamente, obtienes carbonato de litio y entonces lo mandas a China, con toda probabilidad, para hacer una batería. Lo interesante aquí es que aunque la mayoría de esto está etiquetado como «tecnología verde», se trata de un proceso que copia directamente la extracción de los combustibles fósiles. Tienes este combustible rico en energía debajo del agua, lo bombeas a la superficie, lo refinas químicamente y lo usas para que tu coche funcione. Gracias a un márketing absolutamente asombroso ahora es una especie de «tecnología verde», porque en algunas circunstancias reducirá los gases de efecto invernadero. En algunas circunstancias, que no siempre.
P: ¿Podrías contarnos más sobre la lucha actual y las reivindicaciones de estas comunidades del pueblo Lickan Antay?
R: En Chile, la minería del litio data aproximadamente de hace 50 años y, al menos por ahora, lo que piden es que no haya nuevos proyectos de extracción ni se amplíen los actuales. Ahora mismo, como la demanda de litio está aumentando también las empresas mineras quieren ocupar más y más. Así que por ahora lo que están pidiendo es que no se expanda la minería. Dicen: «De acuerdo, se acabó la minería. Podemos mantenerlo en los niveles actuales hasta que averigüemos lo que está pasando y podamos confiar en nuestros propios datos para averiguar lo que queremos hacer en el futuro, y cómo las prácticas actuales están afectando a nuestro ecosistema, pero por ahora no hay más minería». Múltiples comunidades en esta región están trabajando para definir su estrategia política hacia el futuro, pero por ahora quieren bloquear la expansión de la minería.
En Argentina la demanda es que no se hagan proyectos, prospecciones, que no se lleve a cabo la extracción: «No queremos nada». Por supuesto, las prospecciones continúan, las empresas mineras tratan de acceder a la región, siguen tratando de penetrar en estas comunidades a través de sobornos, a través de abusos y tratando de fracturarlas. Estas son básicamente las demandas centrales de estas comunidades.
P: Considerando estas demandas y la lucha de estas comunidades, ¿cómo imaginas tú o tu grupo que pueden ser respetadas y al mismo tiempo planificar una transición verde y justa, en Estados Unidos o en España? Esta transición tiene que ser una transición justa para el Sur Global y que no perpetúe las dinámicas colonialistas e imperialistas que normalmente definen la política exterior de nuestros gobiernos. No queremos que todo el mundo tenga coches eléctricos en el Norte mientras que el Sur global sigue sufriendo los impactos maximizados de la crisis climática.
En relación a esto, recientemente leímos A Planet to Win el libro publicado por Verso que desarrolla el plan para un Green New Deal en Estados Unidos y contiene un capítulo sobre el internacionalismo. Aborda las necesidades previstas de litio y destaca las luchas de los trabajadores y pueblos indígenas, también en Argentina y Chile, además de celebrar sus victorias contra las empresas de energía extranjeras. También habla sobre la construcción de movimientos transnacionales y cómo la relación tanto de las instituciones gubernamentales como de las organizaciones de base en el Norte Global con la gente en el Sur, especialmente los pueblos indígenas en el Sur, tendrá que ser completamente reformada para abordar el cambio climático a nivel internacional de una manera justa. Como has dicho, la demanda en el Norte sigue aumentando mientras que a estas comunidades se les arrebata el acceso a la tierra que tienen bajo sus propios pies. Ellos deberían ser los primeros en beneficiarse de las tecnologías más sostenibles impulsadas por los materiales de sus tierras. Si queremos que la transición sea justa, tendrá que ser así. Se habla mucho del decrecimiento pero creemos que el Sur Global debería, justamente, aumentar los recursos gastados en sus propios territorios y disfrutar de la tecnología que funciona con estos recursos, en lugar de tener que enviarlos a algún lugar y luego tener que comprarlos en forma de costosos productos manufacturados.
Tal vez nos hemos descarrilado un poco con la pregunta, lo siento. Básicamente, en el mejor escenario, el Green New Deal más ambicioso posible, ¿cómo crees que podría estructurarse? ¿Qué cambios consideras que son obligatorios y necesarios?
R: Creo que un sitio por donde empezar, o lo que considero yo personalmente, es empezar con el reconocimiento de que ya sea para tecnología verde, para algún tipo de tecnología de reducción de carbono, o lo que sea, tomar recursos de las tierras de una comunidad que no quiere que se tomen estos recursos es colonialismo. Punto final. No he encontrado ninguna trampa mental que pueda usar para hacerme creer que no lo es. Si estas comunidades, la gente de estas tierras, no lo quieren, me importa muy poco si alguien en California quiere un vehículo eléctrico. Por lo que a mí respecta, yo le diría: «Bien, de acuerdo, pero ve a conseguir esos recursos de alguna otra gente». Si hablamos de no reproducir las estructuras colonialistas, tenemos que estar fundamentalmente de acuerdo en que esto es colonialismo. En esencia. Apenas se puede llamar neocolonialista, es una imitación casi exacta de los procesos coloniales de hace quinientos años. La otra parte de la pregunta era cómo asegurarnos de que esto esté bien integrado en un Green New Deal, ¿verdad?
P: Sí, supongo que relacionado con lo que decías que las demandas de estas comunidades en Chile y Argentina eran diferentes y en Chile algunas comunidades no se oponían a la minería actual sino a la expansión de la misma, tiene que haber una forma de asegurar el respeto de los derechos y demandas de estas personas y al mismo tiempo cumplir los requisitos mínimos de los recursos necesarios para descarbonizar nuestras sociedades. Si las negociaciones para la asignación y distribución de estos recursos se hicieran en igualdad de condiciones, en vez de a través de violencia y políticas imperialistas, y se asegurara a los pueblos indígenas el control de sus tierras y el primer acceso a todos estos materiales, ¿crees que podríamos, desde el Norte Global, construir relaciones con ellos alejándonos del colonialismo pasado y hacia una transición justa?
R: Me genera problemas responder a esta pregunta porque no formo parte de estas comunidades. No me gustaría especular sobre cuál sería su política si ese fuera el caso.
P: Sí, por supuesto, lo entendemos completamente.
R: No me gustaría especular sobre cuál sería su política si ése fuera el caso. Me encantaría poneros en contacto con ellos si quisierais.
P: Nos encantaría, gracias. Vale, pues, volviendo a la visión de tu grupo sobre cómo os imagináis una transición justa y teniendo en cuenta que se necesitará una determinada cantidad de extracción, ¿qué partes de la estrategia consideráis necesarias para poder reducir las emisiones con el fin de cumplir los requisitos y predicciones del IPCC?
R: Un planteamiento simple sería que nos alejemos de los planes que nos dicen que reemplacemos cada uno de los miles de millones de coches que hay en el planeta en este momento por uno eléctrico y nos centremos en propiciar otras soluciones colectivas y alcanzar metas claras como la de reducir el número de coches en un 60%.
P: Sí, es verdad, realmente nadie dice: «Vamos a tener que deshacernos de todos estos coches».
R: Elon Musk no puede hacer dinero si te deshaces de los coches.
P: Esperemos que tenga que irse a Marte.
R: Bien, lo que creemos que debemos hacer es replantear las soluciones posibles, que ahora son básicamente planteadas para el consumidor individual, a cambios colectivos. Uno de mis colegas del CIEJ siempre señala que los coches están aparcados el 90% del tiempo. ¿Cómo sería un programa de automóviles urbanos que abordara eficazmente el hecho de que la mayor parte del tiempo no estamos usando los coches? ¿Cómo sería un programa efectivo de coches urbanos? La tecnología para hacerlo seguro que ya existe. ¿Cómo articulamos programas de transporte público sofisticados y sostenibles? En Estados Unidos tenemos el problema de la expansión urbana y es un problema enorme. Este es un problema que fue creado en los años 50 cuando la gente en los EE.UU contrató a un grupo de urbanistas franceses. Se basaba en la idea de que la planificación urbana condensada había terminado y que todo el mundo iba a tener tierras, y también contemplaron e incorporaron enormes proyectos de carreteras ya que todo el mundo iba a tener, pero también necesitar, un coche. Tenían razón en esto último pero estaban completamente equivocados en casi todo lo demás. En lugar de agitar las manos y decir «Ah, bueno, aquí hay expansión urbana, así que todo el mundo necesita un coche», tenemos que considerar que esta fue una decisión tomada por personas y que tal como se planeó de una determinada manera, puede ser reorganizada y corregida. Fue una elección premeditada, no una fuerza inalterable que dictó: «¡Extended las ciudades! ¡Desplegaos por todas las tierras!». Tenemos la capacidad de tomar decisiones difíciles pero también completamente conscientes sobre cómo convertir estas grandes ciudades en diferentes nodos urbanos en los que la gente pueda trabajar y vivir, y sobre cómo conectar estos nodos utilizando el transporte público y así sucesivamente. Estas soluciones en realidad son más efectivas para la reducción de emisiones porque requieren menos manufactura neta de materiales y también son más justas, son más equitativas. Nadie necesitará comprar un Tesla de cuarenta mil dólares para ser ecológico.
Creo que eso debe ser parte de la solución. Por otro lado, y en cuanto a las formas en que debemos abordar las necesidades de extraer el cobalto, de extraer el litio, creo que la gente está tan acostumbrada a vivir en una sociedad globalizada que tenemos estos procesos integrados en nosotros. La idea es: «Bien, necesitamos estos recursos y no los tenemos, así que tenemos que ir a buscarlos a otro sitio. Allí es donde está. Allí tendremos que encontrar nuestra manera de introducirlo en el mercado». Una de las preguntas que más a menudo me hacen es si podríamos extraer y obtener litio de las profundidades del mar, a lo que también me opongo completamente, claro. Lo que me parece interesante es que al hacer la comparación entre minar las profundidades marinas y robar a los pueblos indígenas, a menudo la gente elige robar a los pueblos indígenas. Soy oceanógrafo, soy científico y amo las profundidades del mar más que nadie, pero creo que esto es un reflejo de la visión que se tiene de los pueblos indígenas, implícita en las decisiones que se está dispuesto a tomar. Decir que grandes franjas deshabitadas del fondo del océano son de alguna manera más valiosas que las tierras y los medios de vida de los pueblos indígenas es también increíblemente problemático. Entonces, ¿de dónde van a provenir estos recursos? No lo sé, pero es necesario centrarse en la recuperación de la tierra y la defensa de la tierra por las comunidades que han sido las mejores protectoras de la tierra y el agua durante milenios.
P: En realidad, preparando la entrevista, nos enteramos de que un proyecto para abrir una mina de litio en San José Valdeflórez, un pueblo de Cáceres, está avanzando. Supongo que parte de asumir nuestras responsabilidades consiste en hacer campaña para asegurar que los recursos que podamos extraer en nuestros propios territorios sean bien utilizados. Aquí también tenemos debates en torno a la extracción, pero al mismo tiempo no tenemos los mismos vínculos con la tierra que pueden tener las comunidades indígenas, aunque por principio algunas personas pueden estar en contra del extractivismo. ¿Conoces alguna lucha en el Norte Global contra la minería del litio?
R: Sí, en realidad hay un caso en California. Quieren abrir minas de litio en el Desierto de Mojave, lo que también es un error porque el lugar también forma parte de las tierras ancestrales de los indígenas que viven allí. Por supuesto hay muchos ricos californianos preocupados por el Desierto de Mojave y que ahora están participando activamente en una lucha para evitar la minería de litio en estas áreas.
P: Entonces es como: «Quiero que mi Tesla venga de otro lado».
R: Absolutamente, al 100%. Entonces están dispuestos a proteger no sus tierras, porque estas son las tierras de los indígenas, sino las tierras a las que van a jugar, a hacer senderismo, etc. Piensan que son muy bonitas y quieren hacerles fotos, todo eso. Creo que parte del problema es que todo este extractivismo, incluso cuando ocurre en el Norte, especialmente en Estados Unidos, sigue centrado en comunidades indígenas. También trabajamos localmente con personas Kumiai en temas de minería de arena en la región de San Diego. Nada de esto parece ocurrir en las tierras de gente realmente rica.
Cuando se trata de posicionarse sobre si apoyar estas prácticas extractivistas, intentamos razonar basándonos en elementos de la epistemología occidental y parte de la lucha decolonial es averiguar cómo se desaprenden realmente muchas de estas cosas y como se escucha a la gente que puede contribuir con sus propias epistemologías indígenas. Nos pasa a todas nosotras. Yo también he respondido a esta pregunta de una manera muy racionalizada y occidentalizada, pero probablemente no vamos a poder apoyar las luchas y las demandas de estas comunidades correctamente hasta que también hagamos esfuerzos para entender su visión del mundo.
P: Una de las cosas que me fue difícil comprender o desbloquear, personalmente y viniendo de leer teoría marxista, fue esta barrera en mi cabeza entre las demandas de las comunidades indígenas de «poseer» tierras en oposición a la cuestión de la propiedad que yo entendía desde la teoría. Cuando vi el documental que pusiste en la Cumbre y a través de testimonios aprendí más sobre las formas de vida de los pueblos indígenas, me quedó claro que estas tierras siempre han sido comunales, que sus prácticas se basan en la vida comunal y en la gestión y las prácticas compartidas. No es la concepción liberal de «Esta es mi propiedad y puedo hacer lo que me dé la gana con ella». En este aspecto estaba un poco confundida hasta que me di cuenta de que solo se trata de que merecen que sus derechos como habitantes de estos lugares sean reconocidos y respetados y que dejen de ser considerados prescindibles por los gobiernos y las empresas.
R: De nuevo, no soy indígena y solo puedo hablar desde mi comprensión personal, pero creo que para muchas de estas comunidades, al menos en Chile y Argentina, es importante reconocer que no se trata realmente de cómo tienen una propiedad colectiva de la tierra, sino de cómo, en su visión del mundo y en sus creencias, ellos son la tierra. Así que va más allá de lo que decías en realidad, porque ellos son en una gran medida ese lugar específico. En el Salar de Atacama hay microbios y plancton extremófilos y un montón de pequeñas criaturas en el agua que estas comunidades creen firmemente que son nuestros antepasados. Su sentido del tiempo está orientado a través de donde sale y cae el sol en la cima de una montaña específica. La barrera de sus cuerpos físicos no es donde termina su sentido del yo, está muy visceralmente conectado al agua, al aire, al suelo, a la flora y a la fauna. Al menos personalmente, esto fue algo que me llevó un tiempo entender pero que intuitivamente tiene sentido, que esta línea de dónde empieza y dónde acaba nuestro cuerpo es en muchos sentidos un límite arbitrario. Sería un buen tema de reflexión el hecho de que no debería limitarse a donde acaba tu piel, y ésta es mi forma de pensar como científico también. Para mí, la nuestra es solo una forma de pensar sobre la concepción de dónde empieza y dónde acaba tu cuerpo, pero para estas comunidades no se acaba ahí y probablemente es un reflejo más exacto de cómo funciona la salud humana y cómo las cosas se incorporan a tu cuerpo y cómo experimentas tu día a día.
P: Esto tiene que ver con lo que decías sobre las diferentes epistemologías y pienso en cómo, por ejemplo, los cuerpos no parecen contar en Internet, y sin embargo, mucha gente considera Internet una parte de ellos. Si tratamos de racionalizarlo de una manera más «occidentalizada», esto podría parecernos que tiene sentido mientras que la otra concepción nos parece completamente ajena. Una comprensión más a fondo de diferentes epistemologías es difícil de alcanzar al principio, pero no es tan difícil de entender que las demandas de los pueblos indígenas abarcan mucho más que «dame mi propiedad» y esto sería mucho más fácil simplemente a través del contacto directo y el diálogo dentro de movimientos internacionales.
R: Sí, creo que fundamentalmente se trata de una cuestión de autonomía de la tierra, de si estas comunidades podrán conseguir suficiente poder popular para contrarrestar las instituciones gubernamentales y empresas multinacionales sin tener ahora mismo autonomía sobre su propio territorio. Esto se tiene que lograr a través de luchas anticoloniales básicamente y se tiene que impulsar internacionalmente también.
P: Un buen ejemplo de apoyos pasados sería cómo en 1974, después del golpe de estado de Pinochet, los trabajadores escoceses se negaron a trabajar para los aviones de caza chilenos, en protesta contra la dictadura.
R: No sabía que esto hubiese pasado, me parece brillante. Es parte de la razón por la que hacemos ciencia feminista anticolonial, ciencia que se centra en la construcción de relaciones, en la construcción de comunidad, en las luchas decoloniales por la autonomía y la dignidad de la tierra. La parte de la construcción del movimiento abarca cosas como conectar estas luchas con el norte global, con instituciones en el norte global, con gente en el norte global, usando el cine, usando grandes plataformas de redes sociales, artículos, columnas de opinión, lo que sea, para amplificar las demandas de este pueblo y construir la solidaridad internacional en torno a sus luchas.
La ilustración de cabecera es «Ciel de Vaucluse» (1953), de Nicolas de Staël.