Por J. K. Hafthorsson.

En los últimos tiempos parece haber cierta unanimidad en el movimiento ecologista sobre la necesidad de cuestionarse al menos algunos aspectos de la explotación a la que sometemos a los animales. Esto se está asumiendo principalmente respecto a la ganadería industrial por su contribución al cambio climático, pero la actual pandemia ha hecho que también se pongan de relieve otros aspectos que normalmente quedan en un segundo plano, como el tráfico de animales salvajes o la fragmentación y destrucción de sus hábitats naturales. Habitualmente este tipo de cuestiones se plantean desde una óptica antropocéntrica, por los perjuicios que causan a la humanidad, y no suelen implicar un replanteamiento más profundo de las relaciones que establecemos con los animales no humanos. Sin embargo, estamos inmersos en una crisis ecosocial que requiere la necesidad de rehacer de forma global el sistema en el que vivimos para lograr un mundo que sea tanto viable a largo plazo como socialmente justo. Nos parece que este es un contexto que favorece poder empujar el debate de manera que también se tenga en cuenta la justicia en relación con los animales. Con el siguiente texto, originalmente publicado en We Animals Media, querríamos empezar a aportar ideas en este sentido, ya que expone de manera clara la importancia de que las políticas de transición ecosocial se realicen con criterios de justicia social, cómo el Green New Deal puede ser un instrumento político para ello y cómo eso requiere de los activistas por los animales que se involucren en el debate para dotarlo de contenidos al respecto.

«La crisis climática podría ser la mayor oportunidad de justicia animal del siglo XXI». 

La frase anterior replica una afirmación sobre la salud mundial hecha en 2015 en la respetada revista médica The Lancet. Los editores de la revista sostenían que las transformaciones sociales necesarias para abordar la crisis climática crean una oportunidad para enfrentar los problemas de salud mundial que preceden (y superan) la crisis. Lo mismo ocurre con nuestra violenta relación con los animales.

La crisis climática no es la causa del brutal maltrato que la humanidad ejerce sobre los animales. Pero al hacer frente a la crisis climática tenemos una oportunidad sin precedentes de transformar esa relación para mejor. Los activistas por la justicia animal deben liderar los esfuerzos para asegurar que los no humanos formen parte de una «transición justa» hacia una sociedad poscarbono.

El concepto «transición justa» surgió junto a las demandas por un Green New Deal. Se trata de una exigencia para que, mientras luchamos contra la crisis climática, no perjudiquemos a los grupos históricamente desfavorecidos y oprimidos, incluidos las trabajadoras y los trabajadores, las comunidades de color y los pueblos indígenas. El tipo de cambios sociales audaces y sustanciales necesarios para hacer frente a la crisis climática ofrece una oportunidad para crear un mundo más justo. Esa justicia puede, y debe, extenderse a los animales.

 

Los combustibles fósiles y la economía animal

Los animales están completamente insertados en nuestros sistemas económicos. Desde conejos para experimentación en laboratorios hasta mulas de carga y perros rastreadores de drogas, hemos reclutado animales para una serie de tareas. El papel más obvio y violento es el de fuente de alimento. La industrialización incrementó enormemente el número de animales utilizados para la alimentación.

La industrialización de la producción de alimentos, incluyendo pescado, carne, lácteos y huevos, precedió a la Gran Depresión. Sin embargo, el desarrollo de nuevas tecnologías productivas de alta velocidad y a gran escala durante la Segunda Guerra Mundial se extendió a la producción alimenticia. Esto dio lugar a que que un número aún mayor de animales fueron arrastrados al sistema industrial. A medida que el número aumentaba, los animales eran tratados cada vez menos como seres vivos y mucho más como insumos materiales.

El aumento de la escala y el ritmo de producción fue posible gracias a los combustibles fósiles. Los combustibles fósiles de alta densidad energética fueron los que impulsaron las nuevas máquinas. Además, también facilitó el transporte que fomentó la concentración para sacar partido de las economías de escala. El resultado fueron las llamadas de forma eufemística «operaciones concentradas de alimentación animal» (CAFO), más conocidas como granjas industriales. Los piensos cultivados de manera deslocalizada podían transportarse a grandes distancias para llevarlos hasta los animales alojados en enormes graneros atemperatura controlada, en los que se les sometía a la racionalización y normalización de la producción industrial. Los animales o los productos animales podían, de esta forma, ser transportados a mercados lejanos.

Las granjas industriales aumentaron en escala y bajaron el precio relativo de los productos animales. A medida que aumentaba la oferta de animales como insumos, las tecnologías de procesamiento también se ampliaron, exigiendo cada vez más energía. La fuente de energía primaria provino del carbón y del petróleo crudo. Los combustibles fósiles están implicados en nuestro uso cada vez más inhumano de los animales. Además, traen consigo un número incalculable de efectos secundarios perjudiciales de las operaciones de cría de animales a gran escala. Esos daños están contribuyendo al cambio climático y a su vez empeorando a causa de este.

En Carolina del Norte, el volumen de residuos producidos por los cerdos de las granjas industriales están expoliando el aire y el agua. Estos daños se pusieron de manifiesto con la llegada del huracán Florence, que provocó el fallo de los pozos negros donde se recogen los desechos de los cerdos. El cambio climático está haciendo que los huracanes sean más intensos y más frecuentes, aumentando la amenaza tanto para los animales que se encuentran en su camino como para los humanos que viven junto a las nocivas granjas industriales.

El aumento de la escala y la concentración de la producción animal también ha conllevado la destrucción de la selva amazónica. Brasil exporta el 20% de la carne de vacuno del mundo. Tanto la creación de pastos como la producción de alimentos para el ganado están impulsando la deforestación. Entre las muchas consecuencias de la destrucción de la selva tropical está la pérdida de un importante sumidero de carbono: las selvas tropicales capturan grandes cantidades de carbono, que se libera cuando se destruyen los bosques.

Estos ejemplos encierran otras formas de opresión. Las granjas industriales de Carolina del Norte están ubicadas en un número desproporcionadamente mayor en condados con alto porcentaje de personas racializadas. La deforestación del Amazonas invade los territorios de los pueblos indígenas. Las incontables injusticias del capitalismo están tan interconectadas que el cambio en una parte del sistema tendrá efectos incalculables en otras partes. Por eso un Green New Deal debe ser sensible a las muchas y complejas relaciones que están enmarcadas en los combustibles fósiles y las emisiones de carbono.

 

(Green) New Deal

El Green New Deal toma su nombre del New Deal de los años treinta. El New Deal fue un conjunto de políticas destinadas a sacar a la economía de Estados Unidos. de la Gran Depresión. Incluía reformas bancarias, nuevos y ampliados programas de bienestar social, y ambiciosos gastos en obras públicas.

El nombre «Green New Deal» fue acuñado hace más de una década en un informe del Reino Unido en el que se esbozaban las políticas para hacer frente tanto a la crisis financiera como a la crisis climática. El concepto ha ganado visibilidad a lo largo del último año gracias a su más destacada defensora, la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez. Otra defensora de alto perfil es Naomi Klein, cuyo último libro lleva el subtítulo de The Burning Case for a Green New Deal. Recientemente, jóvenes activistas organizaron una sentada en la Cámara de los Comunes de Canadá para exigir un Green New Deal.

La aspiración del Green New Deal, al igual que el New Deal original, es la transformación económica para proteger a la gente de los daños actuales y para mitigar o eliminar las causas de esos daños. En el caso de la Gran Depresión, la causa (muy simplificadamente) fue la falta de inversión que creó una retroalimentación positiva entre la falta de empleos y la falta de demanda de los consumidores. En el caso de la crisis climática, la causa es la excesiva inversión en sistemas de producción de altas emisiones.

El New Deal original necesitaba crear empleos para todos aquellos que no los tenían. El Green New Deal necesita mover a la gente de los trabajos de altas emisiones a los de bajas emisiones. Debe terminar con las prácticas insostenibles de producción y consumo. Esto requerirá algunos cambios radicales en nuestros sistemas económicos, lo que hace que la tarea del Green New Deal sea mucho más desalentadora que la de su homónimo. Pero es la magnitud del cambio necesario la que nos ofrece la oportunidad de cambiar nuestra relación industrializada con los animales.

 

Aprendiendo del New Deal

El New Deal tenía algunos defectos significativos; principalmente, que no logró su objetivo. Aunque el New Deal disminuyó la carga de la Gran Depresión, las políticas no devolvieron a la economía estadounidense los niveles de ingresos y empleo anteriores a la depresión. Hizo falta una ambiciosa transformación de la economía de cara a combatir en la Segunda Guerra Mundial para conseguir una verdadera recuperación económica. Esto sugiere que nuestros planes para cambiar la sociedad han de comenzar con la enorme transformación económica necesaria para derrotar al fascismo en Europa, que ya se consiguió en otros momentos históricos.

Otro gran defecto del New Deal fue que favorecía de manera explícita a los estadounidenses blancos. Antes de la Gran Depresión, los estadounidenses negros tenían ingresos más bajos y sufrían un mayor desempleo que los americanos blancos, así que se vieron más afectados por la recesión económica. El gobierno de Estados Unidos podría haber aprovechado la oportunidad del New Deal para abordar la división económica entre los estadounidenses blancos y negros, pero las políticas mantuvieron y afianzaron esta división.

El fracaso del New Deal para reconocer y abordar la injusticia racial es una de las razones por las que los defensores del Green New Deal hablan de una «transición justa». No podemos permitir que las políticas destinadas a crear una economía de cero emisiones refuercen los sistemas de opresión.

 

Una transición justa para los animales

Una de las preocupaciones planteadas sobre el Green New Deal es el aumento de la demanda de recursos para producir energía y productos de emisiones bajas o nulas. Este aumento afectará sin duda a las comunidades indígenas que históricamente se han visto afectadas negativamente por la extracción de recursos. Por ello, una transición justa no puede ser negociable. Sin una transición justa, la batalla contra el cambio climático agravará las desigualdades existentes.

Afrontar el cambio climático podría perfectamente amplificar la violencia que ejercemos contra los animales. Por ejemplo, las leyes de bienestar animal existentes —conquistadas con dificultad gracias a décadas de activismo por los derechos de los animales— podrían ser tachadas de distracciones o cargas costosas por parte de las granjas industriales que tienen que hacer la transición a fuentes de energía de menor emisión. Si los costos aumentan como consecuencia de la acción climática, es probable que el recorte de costos en otros sectores de las operaciones de producción de carne, pescado, huevos y productos lácteos perjudique aún más a los animales.

Por el contrario, si se contemplara mejora del tratamiento de los animales como un resultado importante y deseado, entonces la acción climática podría tener efectos positivos para la vida de los animales.

Pensemos en el impacto de un impuesto a las emisiones. El aumento de los precios del combustible se transferiría los costes de producción de las granjas industriales, aunque no los eliminaría necesariamente. Si los costes de transporte aumentasen, la producción se ubicaría más cerca de los puntos de venta. Puesto que una misma explotación no podría suplir a tantos mercados como ocurre ahora, su escala se reduciría. Esto no eliminaría todos los daños causados a los animales, pero reduciría su sufrimiento.

El precio de las emisiones de carbono es una medida importante, pero es insuficiente a la hora de abordar la crisis climática, especialmente si queremos una transición justa. Las políticas gubernamentales basadas en las demandas de los activistas son necesarias y debemos dar prioridad a una acción gubernamental contrastada, que es la que puede cambiar de una forma única y a la velocidad y escala necesarias los sistemas de producción para que tengan emisiones netas nulas. En ese cambio, hay una oportunidad increíble: por un lado, las políticas que priorizan la seguridad alimentaria local también cambiarían la economía de la agricultura industrial; por otro, la innovación apoyada por el gobierno en la producción de proteínas podría reemplazar la proteína derivada de los animales, que es cruel y produce altas emisiones.

Los movimientos populares también son necesarios. Los activistas pueden enfrentarse a las empresas y los gobiernos que se niegan a aplicar políticas justas de carbono; sin embargo, los movimientos deben entender cómo la crisis climática se cruza con otros problemas sociales. Como se ha señalado anteriormente, los daños de las granjas industriales de Carolina del Norte intersectan con la opresión racial; los daños de la deforestación en el Amazonas se cruzan con los derechos de los indígenas. Siempre va a haber consecuencias no deseadas, pero la justicia debe ser nuestra guía.

Ante el empeoramiento de los huracanes, deben reducirse las operaciones con ganado porcino a gran escala de Carolina del Norte para disminuir la amenaza de los desechos de los cerdos, lo que aumentaría el precio del cerdo, reduciendo la demanda. Un boicot a la carne de vacuno brasileña tendría un efecto similar. En ambos casos, debemos ser conscientes de las consecuencias negativas, especialmente la pérdida de puestos de trabajo. La solución más rápida a estas pérdidas requiere la acción gubernamental. Algunas de las personas que defienden un Green New Deal incluyen reivindicaciones de que se garantice el empleo. Esto traería consigo una red de seguridad para aquellos cuyos empleos dependen de la producción de altas emisiones. Sin embargo, también reduciría la necesidad de aceptar trabajos indeseables, peligrosos y mal pagados asociados con la producción animal.

El futuro poscarbono está llegando, lo queramos o no. Puede implicar un descenso brutal a la barbarie, en el que los intereses particulares apuntalen sus privilegios o puede ser una transición justa que incluya cambios drásticos y positivos en nuestra relación con los demás, con los animales y con la Tierra.

 

WE ANIMALS MEDIA (WAM) es una organización sin ánimo de lucro con una perspectiva internacional y afincada en Toronto, Canadá. Se dedica a documentar las vidas de los animales en entornos humanos: aquellas utilizadas para la alimentación, la moda, el entretenimiento, el trabajo, la religión y la experimentación. El objetivo de WAM es dar visibilidad a estos animales a través de la fotografía y las películas y extender sus historias a través de alianzas con diferentes organizaciones y medios de comunicación. El We Animals Archive es un archivo accesible en todo el mundo que contiene miles de imágenes y vídeos sobre nuestra relación con los animales a lo largo y ancho de todo el mundo. Este trabajo está disponible de manera gratuita para toda persona u organización dedicada a ayudar a los animales.

La ilustración de cabecera es «Hügel» (2017), de Hartmut Kiewert.