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  • «En Artieda ha habido una transmisión generacional de la lucha contra el pantano de Yesa» – Entrevista con Anchel, de Artieda

    «En Artieda ha habido una transmisión generacional de la lucha contra el pantano de Yesa» – Entrevista con Anchel, de Artieda

    [Esta es una de las entrevistas que realizamos en el marco del libro colectivo La conquista del espacio, que puedes descargar íntegro en pdf aquí, o ver poco a poco aquí].

    Vivo en Artieda, un pueblo de ochenta personas cerca de Yesa. Artieda, dentro de la comarca de la Jacetania, ese el pueblo que se ha opuesto siempre al pantano de Yesa. Hay una lucha histórica contra la Confederación Hidrográfica del Ebro. Yesa es un pantano que ya está construido, se construyó en la época en la que Franco hacía más pantanos, en los sesenta o así. Y después de sufrir las consecuencias del desarrollismo franquista y de toda la política pantanera de Joaquín Costa, empieza a haber un movimiento en contra. En esta zona lo que hay es un proyecto de recrecimiento, lo que quieren hacer es aumentar el tamaño del pantano, cuando ya es uno de los más grandes de España, desde luego sí de los de Aragón. Y ha habido una lucha histórica muy fuerte y en este pueblo siempre se han opuesto al recrecimiento. Yo vivo aquí por lazos personales y por el tema de la lucha, pero principalmente porque estoy muy integrado en la comunidad humana y política. Estamos en una comarca de interior. Es una periferia pero cerca de varios centros: de Euskadi –de hecho, yo trabajo en Pamplona, que es un pequeño centro económico–, está cerca de Zaragoza, no está muy lejos de Madrid tampoco. También está bastante cerca de Cataluña. Es una periferia, una zona rural, a cuarenta minutos de Jaca y otros cincuenta de Pamplona, pero dentro de eso bebe de dinámicas subsidiarias de sitios más grandes de alrededor. Por ejemplo, no tenemos servicios públicos de transporte, no tenemos ninguna tienda, todos los servicios públicos están al menos a veinte minutos. Pero a la vez es cierto que existe la comarca, el ayuntamiento, algunas instituciones que nos dan algunos servicios y nos estructuran un poco la vida institucional.

    Nací en Jaca y mi vinculación con Yesa es desde siempre, porque mis padres estaban implicados en la asociación Río Aragón en contra del recrecimiento de Yesa. Ha habido una transmisión generacional de la lucha. Mis padres estaban implicados en lo de Yesa, los padres de mis amigos en Artieda también, y tanto ellos como yo, cuando hemos ido a estudiar fuera y hemos estado en otros ambientes también hemos participado de otras luchas y nos hemos enriquecido de ello. Cada momento histórico y cada contexto es diferente, pero sí que la gente de aquí, y me incluyo aunque no haya nacido aquí, hemos nacido con una pancarta, de alguna manera. Hay un ambiente de comunidad de buscar otros caminos que no sean los más trillados, algo que en el resto de la comarca no se ha dado. De hecho, en ese sentido, somos un pueblo un poco raro, porque tenemos las mismas problemáticas que el resto, pero la forma de afrontarlas no sería la normativa, se apuesta por potenciar otras vías, otras políticas, otras maneras de hacer las cosas.

    También ha influido el tema del esquí. Si miras el mapa de la comarca o del Pirineo se nota mucho las zonas que han experimentado el desarrollo del esquí, que está muy ligado al turismo y recibe más capital, y eso produce más riqueza, y otras zonas que quedan más aisladas de esa dinámica y que se quedan en agrícolas y ganaderas, pero mantienen más la esencia de la vida rural. Son sociedades más comunitarias, donde se mantienen más los lazos y las costumbres de salir al bar todos los días, o de apoyarse y organizar las fiestas entre todos. Incluso la lengua, en esas zonas se ha mantenido más el aragonés. Artieda se queda un poco en esa tierra de nadie, es una zona rural marginal porque la densidad de población es muy bajita. Eso te obliga a inventarte tu propio ocio, tus propias prácticas, no tienes tanto acceso al mercado: una cosa muy clara es que en Jaca no tienes apenas espacios públicos para juntarte, aparte de la calle, no hay locales en los que organizar una actividad, y sin embargo en Artieda la mayoría de espacios que tenemos son públicos y puede entrar cualquiera, e igual que aquí en otros pueblos parecidos, es tan fácil como pedirle la llave al alcalde y te lo suele dejar. No en todas partes, pero la norma se parece más a eso, a la facilidad de acceso a edificios comunes.

    Para ir a trabajar a Pamplona dependo del coche, llevo tres años así, trabajando como sociólogo, ahí ha habido un cambio a mejor con el teletrabajo. Ahora lo he perdido por un cambio de contrato y tengo que volver a ir todos los días, que es muy cansado. En Navarra hay mucha gente que va y viene todos los días, es muy común, con el gasto y contaminación que eso supone. La pandemia ha tenido, como cosa positiva, la generalización del teletrabajo y sí que he estado mucho tiempo yendo la mitad de los días a Pamplona y la mitad desde aquí, tenemos una oficina, un coworking en el pueblo, que se utiliza para varias cosas, también asociaciones y así, y esto me facilitó mucho la vida. Ahora estoy en Salud Pública, que es sector esencial, y en general los jefes son reticentes al teletrabajo, pero supongo que será algo que venga impuesto desde arriba y se lo tendrán que tragar. Creo que la realidad acabará yendo por ahí, tarde poco o mucho.

    Respecto a servicios públicos, tenemos en los pueblos de alrededor atención primaria, a unos diez minutos, y uno o dos días a la semana pasan por el pueblo, así que eso no me supone problema. Hay urgencias en Verdún, a veinte minutos, y el hospital en Jaca, a cuarenta. Yo para consultas con especialista suelo ir a Pamplona, porque como trabajo ahí y ya me he desplazado aprovecho el viaje, y hay convenio entre comunidades que lo facilita. En el pueblo tenemos también un edificio que aúna arriba el coworking, en medio el ayuntamiento, abajo el centro joven con una videoconsola y un bar comunitario en el que trabaja una persona limpiando y los demás hacemos turnos sirviendo. En realidad más que echar de menos, disfruto el planteamiento que tenemos en Artieda, que nos organizamos nosotros muchas cosas que, sin ser servicios esenciales, disfrutamos mucho, temas más culturales, actividades… hay varias asociaciones, está el ayuntamiento y conocemos a quién organiza todo en la comarca y solemos organizar cosas a demanda: si queremos hacer un concierto o una charla es tan sencillo como ver las líneas de ayudas que hay y pedirlas para conseguirlo. En ese sentido tenemos una organización muy comunitaria y con eso funcionamos. Con el covid se ha parado mucho, pero este verano hemos tenido actividades culturales cada dos o tres días. Yo me vine a Artieda porque hicimos un proyecto que se llama Empenta Artieda, que tenía la idea de que el pantano es una amenaza real sobre el pueblo, pero que se consiguió parar con la lucha, o al menos conseguir que no afectara al casco del pueblo ni a todos los campos. El ayuntamiento nos contrató a otro chico y a mí para trabajar sobre la idea de que no era tanto el pantano como la despoblación lo que hacía que el pueblo perdiese vida, porque los jóvenes no volvían, no hay oportunidades de trabajo… Así que hicimos un proyecto de  desarrollo integral con la idea de hacer un diagnóstico, pero luego desarrollar respuestas, y a partir de ahí ver qué hacía falta para que los jóvenes viniésemos e hicieran vida en el pueblo. Y entre todo el pueblo se hicieron unos talleres y hubo mucha participación y de ahí sacamos diferentes líneas de actuación, con la idea de hacer algo entre todos, y no quedarse solo, como muchas veces pasa cuando se habla de despoblación, con el tema del empleo o con el tema de la vivienda, sino decir «vale, estamos en una situación marginal y nos viene todo como venido desde arriba, con la diputación o la comunidad autónoma diciendo hay que sacar esto adelante, o esto otro, vamos a ser nosotros los que pongamos las prioridades». Estructuramos el plan en cuatro ejes: vivienda, socialización, cuidados y empleo. Y a partir de ahí pusimos a funcionar la inteligencia colectiva y sacamos un plan de acción para el pueblo, que hemos ido desarrollando estos cinco años. Ha venido gente joven a llevar el albergue, se han desarrollado iniciativas para cuidar a personas mayores, que da empleo a una persona, hay una cooperativa de tres personas que hace cosas de desarrollo local, tenemos voluntarios europeos, dos permanentemente, el albergue trae voluntarios todo el año… se mezclan las instituciones promotoras, el albergue, el ayuntamiento, las asociaciones… porque todos tenemos el mismo objetivo. Tenemos también una red de internet que pagamos muy poco, avanzando en soberanía tecnológica. El tema de la socialización, que cuando se habla de despoblación muchas veces se mira desde arriba y solo se tienen en cuenta aspectos estructurales como la vivienda y el empleo, pero es que aunque tengas un trabajo estupendo, si no tienes amigos y te aburres, no funciona.

    La idea que manejamos en el pueblo es que todo va de poner la vida de la comunidad en el centro, ser nosotros mismos los que llevamos a cabo ese trabajo, y que no se haga desde fuera con intereses ajenos en el centro. Esto tiene atractivos, te deja desarrollarte a ti, pero en comunidad. Hay una chica que es una apasionada del yoga y organiza muchas cosas relacionadas, Yo soy un apasionado del aragonés y organizo cursos que o los doy yo o los da algún compañero, se hace inmersión lingüística. Esa es la idea, que no sea tanto un ocio o una cultura o vida social tan predeterminada sino que tenga en cuenta a los que vivimos aquí. Y ese es uno de los principales atractivos que hace que estemos quince o veinte personas más, sobre todo jóvenes, que lo que había quince años antes. Y eso teniendo que estamos en un contexto muy favorable de movilización, transmisión generacional de la lucha… que no creo que sea extrapolable a cualquier sitio.

    Esto también es cosa de que en un momento dado unos cuantos empezamos a hacer cosas, que lo que está instalado en el imaginario es que aquí no hay nada que hacer, ni en el pueblo ni en la comarca, que lo interesante está fuera de aquí, en Madrid, en Barcelona, en Londres o donde sea. Es la mentalidad que nos han grabado a fuego y es imposible de cambiar. Pero en un momento dado un grupo de gente, que estábamos en Pamplona, en Zaragoza, en situaciones de precariedad, de llevar cuatro o cinco o más años haciendo la carrera fuera, hemos aprendido mucho, pero ahora qué. Estábamos un poco desilusionados de ver que tampoco teníamos oportunidad de desarrollarnos. Yo empecé a trabajar el tema del aragonés, con las trobadas lingüísticas con un amigo de Pamplona que en ese sentido me empoderó un montón y me hizo empezar a aplicar los conocimientos y la práctica militante de Euskal Herria e Iruña a mi realidad concreta, y a ver que estamos en una zona que tiene muchas posibilidades, montamos una asamblea de jóvenes que estuvo activa tres o cuatro años, y ahora hay otra gente que ha cogido el relevo y hace cosas parecidas. Se llamaba Asamblea de jóvenes del Viello Aragón, gente de las comarcas del Alto Gallego y la Jacetania, que tienen dos núcleos de población de unas diez mil personas, Jaca y Sabiñánigo, que también vimos que había un territorio rico y con recursos, y en el que la gente está deseosa de que presentes proyectos y trabajes allí. Y fuimos planteándonos por qué vivir en la ciudad y no en nuestros pueblos, y la riqueza de relaciones sociales, etcétera. Entre otras cosas, porque si no lo haces tú no lo va a hacer nadie, que el conocimiento de haber vivido en el pueblo no lo tiene nadie más, y si no lo haces tú va a venir el cambio desde fuero.

    Si miras un poco la historia social de la comarca, se ve que todo lo que se está hablando ahora se hablaba hace treinta o cuarenta años: las estaciones de esquí, la despoblación… es como que no se avanza, y yo creo que es por una cuestión de subalternidad. Y la idea que nos movía era romper eso y convencernos de que en nuestra comarca se puede hacer de todo, que no tienes ninguna limitación que no tengas en Pamplona o Zaragoza: si en Pamplona hacen coches, por qué no los podemos hacer nosotros. Y a una generación de jóvenes eso nos ha hecho clic, y hemos visto que en la ciudad teníamos mucha menos capacidad de participación. También es algo que no sale gratis. Yo tengo ahora un trabajo con condiciones muy buenas, casi lo que tendrían mis padres, pero la mayoría de mi generación está en precario en el pueblo, y yo me estoy comiendo dos horas de coche todos los días. Pero la clave es que en estas zonas se pueda enseñar al resto de gente del territorio y a las generaciones que vienen detrás que aquí también se pueden hacer cosas muy chulas. También hay que decir que estamos organizados en contacto con gente de Teruel que hacen cosas parecidas, pero ellos no tienen a toda la gente que viene de Madrid y Barcelona al Pirineo a intentar vivir de otras manera, que suelen ser de unas clases sociales bastante concretas. No tienen ese poder de atracción, ni a los temporeros del esquí, que son una clase más trabajadora. Así que sí, atraemos gente, no expulsamos gente. Y tiene que ver con que aquí tenemos muy metido el deseo de querer quedarnos, y de esa voluntad surgen el resto de cosas. Como digo, no sale gratis, pero el que todos los días nos juntemos a echar una caña, que hoy tengamos teatro a las diez, esto ayuda a que haya vidilla y ganas de quedarte a trabajar por esto.

    Sobre el cambio climático, creo que en nuestro pueblo es una preocupación muy secundaria. Estamos en un sitio relativamente bueno, es más o menos fresquito, hay mucha agua… evidentemente nos afectará, pero no creo que seamos de los más perjudicados. Te da miedo, eso sí, que se convierta en refugio de gente más rica, que de repente compre diez casas para teletrabajar. Sí que puede tener efectos: que se cargue buena parte del turismo de nieve, que haría peligrar la base económica de la comarca. El pantano de Yesa, que dudamos que llegue a llenarse del todo de forma regular. Últimamente escucho a Antonio Turiel y me preocupa más el tema de los combustibles fósiles y su escasez que el cambio climático. Creo que el cambio climático va a tener efectos muy gordos a nivel planetario, pero tal y como estamos acostumbrados a vivir, si fallan los combustibles fósiles empezaremos a tener problemas muy serios. Me agobia mucho más, para empezar porque mi modo de vida actual no es sostenible, creo que para que fuera posible vivir sin combustibles fósiles habría que hacer cambios estructurales muy grandes, que no me parecen posibles ahora mismo.

    En cuanto a los cambios del espacio físico, sí que ha habido cambios, pero sobre todo se dieron en la generación anterior, de la edad de mis padres, que muchos salieron fuera y empezaron a tejer alianzas y a tener relación con gente de fuera, y cuando se planteó el recrecimiento de Yesa, junto con Emilio Gastón, un abogado muy querido aquí que les dijo que podían negarse al pantano.  Esto hace que la generación de mis padres decida quedarse en el pueblo y hacer una apuesta por vivir aquí. Crearon dos granjas de porcino industrial y una parte muy importante de esa generación se quedó a vivir de esas granjas, y consiguieron que el pantano no se llenase a la cota prevista, que habría hecho inviable la vida en el pueblo. Y tuvieron hijos, mis amigos, a los que transmitieron esa genealogía de lucha de la que estamos hablando. El cambio principal del territorio fue la ausencia del cambio, que no creciera el pantano. Luego se educó en el salir fuera, pero también en el volver, en que vivir en Artieda es un valor, se impulsó el aragonés…

    En algunos aspectos aquí estamos viendo desde hace un tiempo cosas que ya se están viendo en otras zonas rurales: hace cuatro años que experimentamos con el teletrabajo, tenemos un proyecto también que se llama Rural y en el que familias de dinero están viniendo a vivir a caballo entre ciudad y pueblo… y eso también ha traído las cosas malas de la ciudad. Al final, la gente que trabaja en las granjas, que es un poco mayor que nosotros, trabaja cinco días a la semana pero luego puede irse de viaje de fin de semana, donde quiere, porque tiene buenos trabajos. Nosotros vamos de trabajo precario en trabajo precario… no terminamos de tener estabilidad relacional, de poder tener hijos… seguimos viviendo algunos en casa de los padres, son casas de pueblo, grandes, pero casas de los padres. Tenemos becarios que sobreviven con becas de cuatrocientos euros… estamos trayendo también esa clase de problemáticas, y en ese sentido no avanzamos mucho. Hay otras cosas, la banda ancha, los procesos de participación, los trabajos de oficina… en eso somos pioneros, y me da la impresión de que se está dando en otros lugares, y no tenemos del todo claro hasta qué punto es bueno. La agricultura y la ganadería son los sectores esenciales aquí, y se hace raro ver tanto trabajo de oficina. Y luego que yo, cuando he estado teletrabajando aquí, he trabajado para los intereses del gobierno de Navarra, no para los intereses de este territorio. Es una dinámica que cambia, no es lo mismo que trabajar para los de aquí. De estos cambios somos en parte responsables nosotros, y a veces no sabes hasta qué punto eres un caballo de Troya. Pero a la vez, los pueblos han evolucionado siempre, se han ido adaptando, es otra vuelta de tuerca para que no desaparezcan, que ahora es una amenaza real para muchas zonas rurales.

    Hace un mes escaso se ha descubierto un mosaico romano en el pueblo, y eso es porque el ayuntamiento se ha ido preocupando de traer a expertos de la universidad de Zaragoza a ver cosas que el saber local decía que estaban ahí. Es unir técnica con saber local. Ahora estamos a ver si ponemos placas solares para tener autoproducción, no para la cosa. Esto entronca con el tema del orgullo rural, que está surgiendo mucho en Teruel de movimientos sociales y políticos, y es un poco decir que el territorio es nuestro y podemos hacer aquí lo que queramos, sea tener fibra óptica, poner placas solares, hacer excavaciones arqueológicas, que nos tenemos que quitar el complejo de que no somos capaces de hacer estas cosas. Creo que esto tiene que ir a la economía, a convencernos de que podemos producir lo que queramos. Creo que en este sentido la corriente de la agroecología peca de ligar la vida rural a la ganadería y la agricultura, y no tiene por qué ser así. Con el turismo rural pasa un poco parecido, que es hacer una foto plana del campo y decir «tiene que quedarse así para que vengan de la ciudad», y no, quizá sea mejor ruralizar la ciudad y urbanizar un poco el campo.

    A nosotros no nos está afectando la fiebre de las renovables, esperamos que en algún momento nos toquen a la puerta. En el Viello Aragón sí, hay un proyecto muy gordo, que yo creo que puede ser devastador para la comarca porque se asienta entre los dos pueblos grandes de la zona, Jaca y Sabiñánigo. Están a veinte kilómetros uno de otro, y en ese hueco quieren poner ochocientas o novecientas hectáreas de placas solares. Eso para el desarrollo de la comarca es matador, porque la clave de una vida buena con servicios pero a la vez en equilibrio con la naturaleza está en esos espacios que están cerca de núcleos urbanos pero que podrían estructurarse y pensarse de una manera completamente diferente. Si pones todo lleno de placas solares, aparte de aumentar la temperatura de esa zona, estás frenando las posibilidades de uso de ese espacio, que es muy atractivo porque cada pueblo tiene unas cosas, y la gente va de uno a otro. Si en vez de vertebrar ese eje te lo cargas con un uso exclusivo del espacio, nos puede lastrar un montón. Pero en Artieda de momento no pasa, aunque creemos que pasará. Para adelantarnos, hemos traído a gente de Puente la Reina, de Navarra, que están recuperando una central hidroeléctrica para generar energía para espacios municipales y la ciudadanía. Querríamos contraponer este modelo, el nuestro, al modelo depredador de venir al territorio, esquilmarlo y pirarse.

    La ilustración es obra de Virginia Argumosa de Póo

  • «Ha llegado un momento en el que el agua del trasvase ya no es suficiente para todas las plantaciones que hay» – Entrevista con Cristina y María, Murcia

    «Ha llegado un momento en el que el agua del trasvase ya no es suficiente para todas las plantaciones que hay» – Entrevista con Cristina y María, Murcia

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    [Esta es una de las entrevistas que realizamos en el marco del libro colectivo La conquista del espacio, que puedes descargar íntegro en pdf aquí, o ver poco a poco aquí].

    Cristina: Vivimos en un entorno urbano, pero la ciudad de Murcia está pegada a su huerta, que es un entorno más rural que está siendo absorbido por la ciudad.

    María: Soy de un pueblo de la Huerta, entre los motivos para venir a vivir a Murcia están que en mi pueblo no hay servicios, ni hay vivienda de alquiler. Para vivir en mi pueblo tienes que comprarte un piso o una casa. No hay vivienda de alquiler.

    Cristina: Yo vivía en Madrid, vine a Murcia porque pensaba que me iban a llamar de las listas de interinos de educación, aunque luego tardaron un año y algo en llamarme. Las dos vivimos en Murcia, pero ninguna trabaja en la ciudad de forma permanente. Yo soy itinerante, este año estoy trabajando en una pedanía de Murcia, que es una zona rural de dentro de Murcia. Desde mi instituto en media hora andando puedes llegar al centro.

    María: Trabajo en mi pueblo, cada día vuelvo a mi pueblo, que está a seis kilómetros y medio de mi casa, en un entorno rural. Aquí la línea entre lo rural y la ciudad es muy difusa, porque la ciudad ha crecido tanto que se ha ido comiendo la huerta y las pedanías rurales. La gente que vive aquí se sigue considerando de pueblo o barrio, pero han perdido su entorno rural, al construirse en la huerta. De modo que está gente vive como en una especie de barrio, a medio camino entre la ciudad y el pueblo. Pero siguen siendo de pueblo, porque todavía no han pasado los años suficientes como para que se pierda la identidad. Se han hecho macro avenidas que unen pueblos como Puente Tocinos con la ciudad y se llevó por delante muchísima huerta, de modo que tienes a un lado de la avenida un pabellón de deportes, un Carrefour y muchísimas rotondas a cada cual más horripilante. Es decir, al ir por la avenida a la derecha está Murcia y a la izquierda hay una serie de pueblos y barrios.

    María: Aquí el transporte público solo existe hacia el centro de la ciudad. Es impensable ir a una pedanía en transporte público, si no quieres invertir más de dos horas en desplazarte. Es decir, todas las actividades que se hagan en el centro de la ciudad se pueden hacer en transporte público: taxi, tranvía, autobús, o puedes ir andando. De hecho, es muy curioso que para el transporte público siempre existe la opción de andar. Pero en esta ciudad no hay alternativa para los desplazamientos que hay que hacer en coche. Ni siquiera puedes combinar el caminar un rato y luego coger un autobús, si no quieres invertir más de hora y media en desplazarte distancias de más de seis o siete kilómetros.

    El problema de Murcia sigue siendo que hay una dependencia total hacía el centro, en ese sentido sigue siendo una ciudad tan de provincias que muchos servicios públicos, mucho ocio está tan al centro de la ciudad que al final todos vamos al centro de la ciudad, y el transporte solo existe hacía el centro de la ciudad.

    Cristina: Desde mi punto de vista, que vine directamente desde Madrid a Murcia, los murcianos cogen el coche para todo, la cultura del coche es total y se va en coche a absolutamente a todas partes. Pocas son las personas que van a un sitio andando y el uso del transporte público es algo residual. Yo sí que voy andando al centro, porque me gusta andar y también existe un servicio de bicicletas públicas que cuesta cuarenta y seis euros al año. Pero muchas veces las bicis no funcionan o no funciona la estación, en muchas zonas tampoco hay estaciones, solo existen en el centro de la ciudad, en Murcia ciudad. No puedo ir ni al polideportivo en bicicleta.

    Yo que venía acostumbrada al metro, la gente se echaba las manos a la cabeza cuando ponía que iba a tardar siete minutos, aquí no sabes cuándo va a llegar. En teoría tiene que llegar a una hora, pero puede llegar un cuarto de hora más tarde, o cinco minutos antes. Y no sabes cuándo va a llegar, tú estás en la parada esperando a ver si va a pasar el autobús. A partir de las nueve de la noche hay muchos menos autobuses y en general está muy mal organizado. Por ejemplo, yo vivo en una de las arterias de la ciudad, en una de las zonas en expansión, con familias jóvenes y niños. Pero si yo quiero ir a la estación de tren que está en coche a diez minutos, una cosa que tuve que hacer hace unos años, cuando trabajaba en Lorca e iba en tren, era ir en bicicleta a la estación. Porque la combinación de horarios que tenía con el autobús era una locura, y eso contando con que el autobús pasase a su hora.

    Todo lo que no sea el transporte público hacía el centro es caos y no te lo puedes plantear para el día a día. En Murcia la gente está deseando cumplir dieciocho años para sacarse el carnet. Ahora al menos el acceso a la universidad es algo mejor con el tranvía, que se construyó para la Universidad Católica de Murcia, la UCAM, y ya de paso llegaba a la pública también.

    María: De mi pueblo a Murcia hay solo una línea de autobús, la misma que hace treinta y nueve años, probablemente la misma que hace cuarenta y cinco años, y continúa con la misma frecuencia. De modo que en mi pueblo nadie va en autobús a la ciudad, a no ser que seas estudiante, no tengas prisa o estés jubilado. El resto no se lo puede plantear.

    Cristina: No solo entre pedanías, incluso en los autobuses que van hacía el centro los fines de semana las frecuencias de paso son de una hora, eso teniendo en cuenta que vivimos en una de las principales arterias de la ciudad y el tranvía tampoco te deja en el centro. A la compra, el médico y demás vamos en coche.

    María: Paso al día dos horas en el coche, para ir al trabajo, ir al gimnasio, comprar algo… Odio conducir, pero me paso la vida en el coche. A mí me ayudaría mucho no tener un horario partido de trabajo. Porque como en el trabajo sola o porque me voy a casa de mis padres. Porque si tuviera que hacerme todos los trayectos trabajo-casa del día me pasaría más de dos horas en coche. Por la mañana por el tráfico ya son más de veinticinco minutos, en el mismo trabajo tengo que usar el coche, al mediodía ida y vuelta para comer y por la tarde otro tanto.

    Cristina: No conocemos a nadie aquí en Murcia que vaya al trabajo en transporte público, es andando o en coche. Yo intento ir andando o en bici a los sitios, aunque yendo y viniendo al trabajo son veinte minutos de coche diarios, para el resto intento no sacarlo, pero muchas veces también vamos las dos juntas.

    Cristina: Respecto al médico, como no hay suficientes centros de salud, a mí me toca un centro de salud que no está en Murcia, sino que está en un barrio al que tengo que ir en coche.

    María: En mi caso tengo alrededor a toda la gente cercana a mí, se mueve muy poco. De mis amigos de alquiler solo vivimos tres y aquí los alquileres duran muchos, nosotras llevamos seis años en el mismo sitio. No existe tanta movilidad, el mercado de alquiler no es muy grande.

    Cristina: Aunque la gente con menos posibilidades económicas si que cambia más, pero todo dentro de Murcia.

    María: Sobre el comercio, hay poco en los alrededores. Dado el tiempo que llevamos aquí, sí que conocemos a los comerciantes, pero son pocos.

    Cristina: Yo echo en falta que en mi zona no hay casi ningún sitio para comprar que no sea un supermercado. Hay carnicería y pescadería, pero cada una en un sitio. Los mercados están en el centro y tampoco hay tantos.

    María: Respecto a nuestros vecinos de bloque, conocemos a algunos de saludar, pero no tenemos una relación cercana como en mi pueblo. Mis padres tienen una relación muy cercana con todos sus vecinos.

    Cristina: Por ejemplo no conocemos a la pareja joven que se acaba de mudar enfrente. Ni tenemos ninguna relación. Tampoco tenemos mucho trato con los otros vecinos, no sabemos ni cómo se llama la gente que más conocemos.

    Vivimos en una zona nueva, con muchas plazas, pero sin árboles. La avenida tiene la única línea del tranvía que hay y luego tiene tres carriles de coches en cada sentido. En la acera no hay árboles que den sombra, es totalmente hostil. A partir de mayo y junio andar por ahí es terrible, al no haber sombra, de modo que la gente siempre coge el coche. Los meses de calor los niños al parque solo pueden salir o muy temprano por la mañana o muy tarde por la noche. En las horas centrales, al no haber nada de sombra, es arriesgado llevar el niño al parque, literalmente se puede quemar.

    En cambio, en los barrios del centro, de toda la vida de Murcia, si se tiene en cuenta el clima y hay muchos árboles grandes, las aceras están cubiertas de sombraje, hay pequeños jardines en cada esquina, fuentes, bancos. Pero está solo limitado a los cuatro barrios de toda la vida del centro, que tienen un urbanismo de hace sesenta o setenta años. En los nuevos barrios el urbanismo ha cambiado.

    El centro de Murcia está dividido por una gran avenida, Gran Vía, que se construyó en los sesenta cargándose muchísimo patrimonio (por ejemplo, unos baños árabes que se hormigonaron para hacer un Corte Inglés). Pero alrededor de esa gran avenida recta hay calles abigarradas de aceras muy estrechas, de mucho tránsito, que no están peatonalizadas. Hay veces que parece que los SUVs no van a poder girar.

    María: En Murcia hay unos lobbies empresariales que han creado unos macro centros comerciales a las afueras de la ciudad que por ejemplo han copado todo el tema del cine. Si quieres ir al cine tienes solo dos opciones. Hay muy poca oferta en el centro de la ciudad, porque el 90% se lo han llevado estos lobbies a los centros comerciales, que están afuera en un desarrollo urbanístico que está investigado penalmente. Hay mucho espacio público, terrenos públicos, que se urbanizaron, según la investigación penal, a petición y a cambio de ciertas prebendas para unos grupos constructores muy grandes para que se hicieran ahí los desarrollos empresariales. Estos eran terrenos que no estaban dentro del plan general de ordenación urbana y se recalificaron como terrenos urbanos y se han cedido a estos centros comerciales. Todo esto sucedió en los años previos a la crisis del 2008, en torno al 2006. En esta zona no vive nadie. El ocio de Murcia ha pasado a estar en estos centros comerciales. Todo es ocio de familia y adolescentes.

    Cristina: En el centro de Murcia el ocio es sobre todo de bares. Pero sí que hay que mencionar que al centro sí que llega el cine independiente y con doblaje, algo que no sucede en otras provincias, en ese sentido está bien. Pero a estos cines del centro no les queda mucho futuro y el centro de Murcia se puede quedar sin oferta de cine.

    María: Se ha cedido también mucho espacio público al estadio de fútbol. Antes el estadio de fútbol estaba en el centro de la ciudad, la Condomina. Pero en vez de reformarlo o rehabilitarlo, hicieron un nuevo estadio muy grande en la nueva zona de desarrollo urbanístico junto a los centros comerciales. De modo que ahora la gente que quiere ir al fútbol tiene que desplazarse allí en coche. ¡Se montan tremendos atascos espectaculares cuando hay partido! Trasladaron el estadio sin pensar en un transporte público acorde a la magnitud de un partido.

    Cristina: En teoría hasta ahí llega el tranvía, pero no es suficiente y además la gente no coge el tranvía, porque solo tiene una línea.

    María: Por desgracia para nosotros yo creo que la ciudad se seguirá comiendo su huerta, se van a producir más entubamientos de acequias y más urbanizaciones en espacios naturales y creo que eso no va a cambiar. A no ser que se tomen una serie de medidas… pero eso no va a ocurrir, eso no va a cambiar. Ahora se acaba de entubar una de las acequias más grandes.

    Cristina: Yo el sentimiento que tengo, como persona que es de esta comunidad, pero no es de esta ciudad, es que en la región hay muy poco interés del ciudadano por lo público.

    María: El interés surge cuando viene la catástrofe, como en el caso del Mar Menor o las vías del tren.

    Cristina: Pero mientras, a todo el mundo le parecía bien que se siguieran haciendo cultivos cerca del Mar Menor, porque trae riqueza. Ahora la gente se echa las manos a la cabeza, pero tampoco va a pasar nada. Murcia es uno de los sitios con mayor contaminación del aire, por todo el tráfico rodado. Pero a la gente le da igual que no haya transporte público, o que se tiren casas que son patrimonio. La gente aquí es muy individualista, no hay espíritu de comunidad.

    María: Con el Mar Menor sí que hay cierta conciencia, pero nadie va más allá de la crítica de sofá, por decirlo de alguna manera. Se habla de los políticos en genérico, como una nebulosa, sin tener en cuenta que lleva gobernando un mismo partido los últimos cuarenta años.

    Cristina: Hay enfado generalizado, sin enfocarlo en nada. Las próximas elecciones no solo seguirá gobernando el mismo partido, sino que aumentará sus votos Vox.

    María: Puedo contar lo que sé yo desde mi conocimiento por conocer un poco la zona y porque sé algo de agricultura, y porque llevo toda la vida viéndolo. La ciudad de Murcia está en un valle entre montañas y a partir de estas montañas y hasta el mar todo es cuesta abajo. Es decir, desde las montañas todo rueda hacía abajo hacía el Mar Menor. Por eso en Murcia se alcanzan temperaturas tan altas, porque es como una olla. Todo ese suelo que está entre las montañas y el mar es un acuífero con grandes bolsas de agua salobre, porque se comunican con el mar. Toda esta zona era de secano absoluto, totalmente abandonada. Con la llegada del trasvase, empieza a llegar agua dulce del Tajo y se empieza a plantar una agricultura de regadío. Los agricultores intentaron maximizar el agua dulce que llegaba y se inventaron unos sistemas de regadío muy sofisticados, donde se calcula al milímetro el agua que necesita cada lechuga para crecer. Todo esto generó una riqueza que la región de Murcia nunca había conocido.

    Esto no tiene nada que ver con la huerta de toda la vida de Murcia, donde se tienen minifundios, con parcelas que no superan los mil metros cuadrados, donde nunca ha habido grandes empresas, que nace al amparo del Segura. Aquí estamos hablando del campo de Cartagena, que es una extensión de terreno enorme, llano y sin accidentes naturales, con unos accesos buenísimos para el transporte de tráileres. Aquí por el clima se pueden hacer cuatro cosechas al año, de modo que es muy productivo. Por parte de las instituciones lo que se ha hecho es dar carta blanca a los agricultores. Pero ha llegado un momento en el que el agua del trasvase ya no es suficiente para todas las plantaciones que hay. Así que los agricultores, de una forma totalmente ilegal, y de gran tradición en esta tierra, empezaron a hacer pozos y a sacar el agua salobre de los acuíferos. Esta agua salobre después la desalinizan, con pequeñas plantas desalinizadoras ilegales que hay en los campos. Hay miles y miles de pozos ilegales. Los campos están llenos de contenedores de barco y dentro de estos contenedores están los grupos electrógenos que hacen funcionar las bombas. Cuando se desaliniza el agua hay una gran parte de agua que hay que tirar, que es muy muy salobre, y se tira a las ramblas. Después llega al Mar Menor.

    Además, en los últimos cinco años se han producido fenómenos naturales que han agravado el problema. En el 2019 se produjo una DANA que arrastró tanta tierra al Mar Menor que lo colmató. Es una laguna con muy poca profundidad y hay zonas colmatadas. Además en estos últimos años ha llovido mucho, se han dado muchas lluvias torrenciales, y el acuífero, es decir, todas las bolsas de agua que están conectadas con el Mar Menor están llenas. El acuífero debajo del campo de Cartagena está lleno. No se puede meter más, no puede tirar nada más. Se ha producido un desequilibrio entre el mar y el acuífero. Están llegando cada vez más fertilizantes al Mar Menor y han generado una explosión de vida. Las algas han medrado en el Mar Menor, se han llevado todo el oxígeno, se producen las bolsas de anoxia y la fauna muere. Es un caldo de cultivo lleno de fertilizantes.

    Cristina: También hay microalgas que se ponen en la superficie del Mar Menor y no dejan que pase el sol y la Posidonia autóctona que había también se muere. Es una estructura ilegal tan generalizada, desde hace tanto tiempo y tan asentada, que nadie de aquí puede hacerse el sorprendido. Aquí todo el mundo miraba para otro lado porque daba mucho dinero.

    María: Aquí no hay esperanza, el problema no es que haya un culpable, hay una situación endémica de mirar para otro lado, hay una corrupción generalizada. La consejería de Medio Ambiente se desmanteló en 2008, porque eran todos falsos autónomos y denunciaron a la administración. De hecho la fiscalía se ha encontrado con tantos problemas a la hora de investigar que publicaron un comunicado diciendo que no podían hacer su trabajo.

    Cristina: Son años y años de gente enriqueciéndose.

    María: Como anécdota, el campo de Cartagena está lleno de carteles escritos a mano donde se lee «pozos» y un teléfono. Son de gente que se dedica profesionalmente a hacer pozos ilegales. Cuando hablan de Murcia como potencia exportadora dan ganas de llorar. ¡Porque claro, a costa de qué! Nos estamos cargando nuestro entorno.

    Cristina: En la zona de Mazarrón sucede exactamente lo mismo, solo que aquí lo echan todo al Mediterráneo que es más grande, pero cuando colapse el Mediterráneo también entonces preguntaremos. Hay también problemas derivados, como por ejemplo Torrepacheco, uno de los pueblos muy ricos del campo de Cartagena, ha sido el enclave murciano donde más se ha votado a Vox, toda su riqueza procede de esta agricultura tan dañina, y se vota tanto a Vox porque hay una inmensa mayoría de población marroquí, estas personas son las que trabajan en estos negocios.

    María: Desde la Región de Murcia no se tomará ninguna medida contra el cambio climático. Tendría que ser algo desde fuera, impuesto a nivel Europeo, mejor que a nivel estatal incluso. Las circunstancias se nos van a imponer de forma tan brutal que no nos va a quedar otro remedio que adaptarnos.

    Cristina: Pero la gente se va a resistir hasta el último segundo. Cuando comenzó todo el tema del Mar Menor fue con la anoxia posterior a la DANA del 2019 y se pagaron muchísimas vallas publicitarias por parte de un lobby de agricultores cuyo lema era «La solución no es destruir nuestra agricultura.» Daba vergüenza ajena, con falsas dicotomías.

    María: Hay cosas que se podrían hacer. Una medida sencilla que creo tiene que venir impuesta desde el estado o desde Europa sería la racionalización de horarios. Vivimos en una región donde hace mucho calor durante muchos meses al año y no puede ser que a las cinco-seis y media de la tarde las carreteras estén llenas de coches, de gente volviendo del trabajo todos con el aire acondicionado a tope. Es una medida que tiene un gran impacto muy positivo y un coste muy bajo. Que implicaría un ahorro en energía. Es absurdo que en el mes de julio en Murcia los comercios y oficinas sigan empezando a las nueve de la mañana para parar a las dos y volver a las cuatro para terminar a las seis. Esto debería estar prohibido. ¡Andar contaminado con el coche a cuarenta y cinco grados! Empecemos a trabajar a las siete de la mañana y acabemos a las tres de la tarde. O en el sur se racionalizan los horarios de acuerdo al clima o nos vamos a la mierda.

    Cristina: Aquí hay una negación colectiva pero tenemos que aceptar que vivimos en un desierto. Esta ciudad es totalmente hostil en muchísimos aspectos, pero yo lo que espero es que Europa obligue a gastar dinero en la peatonalización de las ciudades, que se obligue a no meter el coche al centro de las ciudades, a no ser que sean residentes, y que se cree una red eficaz de transporte público.

    María: Aquí no hay nada, no hay ninguna medida orientada hacía el cambio climático. La única medida que se ha tomado ha sido en relación a la contaminación atmosférica y consiste en carteles que avisan. Todavía no ha habido ninguna restricción de tráfico para la ciudad. Durante los episodios de más contaminación atmosférica no ha habido ninguna medida, solo carteles.

    Cristina: La única medida que yo he visto ha sido la creación del carril bici, pero obligados por Europa y con fondos europeos.

    María: Aunque yo el tema del carril bici en Murcia lo veo un poco controvertido, esto está muy bien en zonas donde el clima es menos agresivo. Pero yo no me puedo plantear coger la bici a partir de las once y media de la mañana varios meses al año. Para mí esta no es la solución al transporte público. ¡Aquí el clima es muy hostil! Por dar una nota positiva, me gustaría incidir en la gran baza que tiene Murcia ciudad para luchar contra el cambio climático: su propia huerta, que es un vergel con su propia canalización tradicional, en algunos casos de más de mil años de antigüedad. El entubamiento de acequias y la urbanización y la destrucción de la huerta para hacer carreteras y edificios es un atentado contra el medio ambiente y contra nuestro futuro. Es la única esperanza que podemos tener para que dentro de cincuenta años esto no sea un desierto.

    ¡No pueden entubar más acequias! Esto hay que prohibirlo ya y tienen que volver a su estado natural las que ya han sido entubadas. Necesitamos la humedad, necesitamos la vegetación y necesitamos la sombra, porque sino esto es un desierto. Esta sería la primera acción que tomaría a nivel local. Habría que cambiar el plan general de ordenación urbana, que no puedan entubar acequia, para proteger la huerta y preservar su vegetación y su fauna asociada, los cauces y el agua. Es decir, hay que recuperar el regadío tradicional. Si perdemos la humedad, perdemos la vegetación y perdemos el frescor ¡estamos muertos! Pero aquí también se mira para otro lado. Las acequias se entuban también para ahorrarse los costes de su limpieza. Una vez entubadas el cauce desaparece, desaparece la fauna y la vegetación y se tienen más espacios para urbanizar. ¡Esto hay que pararlo ya! Ya vamos tarde.

    Cristina: Además para poder construir sobre tierra fértil y blanda se traen camiones de tierra del campo de Cartagena y la ponen encima para poder construir. Con el tema del Mar Menor llevamos veinticinco años. ¿De verdad en todos estos años no ha habido forma de pensar cómo compensar a estos agricultores o reconvertir la industria? Para la reconversión industrial fueron muy rápidos, pero aquí no hay ningún plan. Esto es tirar para adelante hasta que dé.

    La ilustración es obra de Adara Sánchez Anguiano.

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