443443443443 elecciones alemanas 2021 – Contra el diluvio

Etiqueta: elecciones alemanas 2021

  • Entrevista con Sonja Giese, de DIE LINKE: «No hay protección del clima sin justicia social y no hay justicia social sin protección del clima.»

    Entrevista con Sonja Giese, de DIE LINKE: «No hay protección del clima sin justicia social y no hay justicia social sin protección del clima.»

    P. Gracias por dedicar tu tiempo a hablar con nosotros, Sonja. Para empezar, ¿podrías presentarte y contarnos en qué estás trabajando hoy en día?

    Me llamo Sonja Giese, y las palabras de moda marxista-feminista, ecosocialista e hija de trabajadores resumen más o menos mi identidad política. Me ocupo de la comunicación de La Izquierda desde hace muchos años, tanto a nivel nacional como europeo. Como responsable de prensa del Grupo de la Izquierda en el Parlamento Europeo, actualmente me ocupo sobre todo de la política medioambiental, los asuntos económicos, las cuestiones fiscales y los temas relacionados con los derechos de la mujer.

    P. El próximo acontecimiento del que todo el mundo está hablando es, por supuesto, las elecciones alemanas del 26 de septiembre (2021). Las elecciones en EE.UU. siempre se sienten un poco como «elecciones imperiales», en el sentido de que tienen una profunda influencia en todos nosotros, pero sólo una pequeña minoría puede votar en ellas. Las elecciones alemanas podrían ser lo más parecido a eso en Europa. Merkel está fuera, y parece que los conservadores también estarán fuera del poder por primera vez en más de 15 años. ¿Cuáles son sus expectativas, tanto en general como para tu partido, DIE LINKE?

    El primer gobierno post-Merkel decidirá cómo será Alemania después de la pandemia: ¿seguirá creciendo la desigualdad social haciendo que la clase trabajadora vuelva a asumir los costes de la recuperación? ¿O se gravará por fin a los ricos como es debido y se renovará y reforzará el Estado del bienestar? DIE LINKE apoya sistemáticamente a los movimientos sociales y sabe que el cambio radical no viene necesariamente de los votos en el parlamento, sino de la presión de las calles. Y es un cambio radical lo que se necesita ahora.

     

    P. Tanto si acaban perdiendo el poder como si no, los conservadores parecen bastante más débiles que antes. ¿Crees que esto se debe principalmente al candidato que eligieron, o crees que es un reflejo de un cambio más profundo? ¿Cuál es tu sensación sobre el terreno, está Alemania entrando en un verdadero giro a la izquierda?

    Me temo que esto se debe a su candidato, que es visto como una copia mala de Merkel y no a un giro a la izquierda causado por la realidad demográfica. Sí que vemos, sin embargo, crecer a toda una generación muy preocupada por el cambio climático y la justicia social. Los próximos días serán decisivos, dado que el cuarenta por ciento de los votantes aún no saben a quién van a votar.

     

    P. Hablemos de perspectivas. A nivel nacional: ¿qué crees que es lo más urgente que hay que abordar?

    Gravar a los ricos. Subir el salario mínimo a 13 euros. Limitar el precio de los alquileres. Un fondo de pensiones común para todos. Acabar con el carbón: la última central eléctrica de carbón debe ser retirada de la red antes de 2030.

     

    P. En Alemania hay una tradición muy consolidada de gobiernos de coalición, en claro contraste con España, donde acabamos de tener el primero en casi 80 años. ¿Cuál es tu perspectiva sobre un posible gobierno de coalición de centro-izquierda? ¿Qué crees que podría conseguir de forma realista? ¿Y querría DIE LINKE estar en un gobierno así?

    Un gobierno de centro-izquierda con los socialdemócratas, los verdes y la izquierda podría aumentar inmediatamente el salario mínimo, reintroducir el impuesto sobre el patrimonio y detener los nuevos despliegues en el extranjero de las fuerzas armadas federales. DIE LINKE estará a bordo de cualquier gobierno que conduzca a mejoras reales para una gran mayoría de la población, así como para la protección del clima. Creo que las bases de los socialdemócratas y los verdes apoyarían un gobierno así, pero sus dirigentes no.

     

    P. Hace unos meses parecía que los Verdes podrían ganar las elecciones. Ahora eso parece muy lejano. Me dicen personas con experiencia en la política alemana que esto ocurre a menudo (una breve subida antes de las elecciones, seguida de una caída). En cualquier caso: ¿cuál crees que es su papel? ¿Hay áreas en las que crees que pueden cooperar con ellos?

    Las encuestas son muy manipulables, la fidelidad de los votantes ha disminuido. Los Verdes se benefician de una imagen positiva que hace que uno se sienta bien. ¿Quién no estaría a favor de una mayor protección del medio ambiente? Pero mientras Los Verdes no dejen claro si están del lado del capital o del lado del pueblo, seguirán siendo un factor de incertidumbre para los partidarios de un gobierno progresista. Estratégicamente es sencillo: si quieres que los conservadores se vayan del poder, tienes que votar a la izquierda. Es el único partido que garantiza no formar una coalición con los conservadores.

     

    P. Alemania tiene un papel crucial en Europa. Durante mucho tiempo han sido percibidos por muchos como uno de los principales garantes de una cierta ortodoxia económica, y de un cierto inmovilismo político. ¿Crees que algo podría cambiar con un nuevo gobierno? ¿Cuál debe ser el papel de la Unión Europea? ¿Es posible reorientarla hacia objetivos sociales y medioambientales ambiciosos?

    He vivido 13 años en Bélgica y, tras seis años en Alemania, estoy de nuevo en Bruselas. Durante este tiempo, el gobierno federal en Bélgica cambió once veces; en Alemania, estaba Angela Merkel. Mi impresión personal es que muchos alemanes tienen miedo al cambio, y después de una eternidad bajo el gobierno de Angela Merkel, mucha gente ha perdido la fe en que un cambio radical sea posible.

    El primer gobierno post-Merkel no debe repetir los errores del pasado. Los países llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España) nunca olvidarán cómo el ministro de Finanzas alemán Schäuble destruyó sus estados de bienestar, hundió a la sociedad en la pobreza y vendió servicios y activos a inversores privados. La UE no puede ser transformada en una unión social progresista por un solo Estado. Pero el principio de unanimidad sigue prevaleciendo en la política exterior y de seguridad o en los asuntos económicos y monetarios. Europa corre el riesgo de romperse, pero Alemania sigue bloqueando acciones decisivas contra los especuladores de los mercados financieros que apuestan por la ruina de un país europeo. Se necesitan eurobonos, por ejemplo. Hay que cambiar el Acuerdo Verde Europeo para que sea social. No hay protección del clima sin justicia social y no hay justicia social sin protección del clima.

     

    P. Hablemos del cambio climático, más concretamente. Este verano varios países de Europa, entre ellos Alemania, han sufrido inundaciones devastadoras. También ha habido incendios forestales masivos, olas de calor, olas de frío, los huracanes en la costa atlántica son una realidad creciente… Por otro lado, en los últimos años se ha producido un aumento del interés y el activismo en torno a esta cuestión, y los movimientos sociales y los políticos electos se centran cada vez más en la búsqueda de soluciones. ¿Cómo influye el cambio climático en las próximas elecciones? ¿Ha sido un tema importante, o los debates se han centrado en otras cuestiones más habituales? ¿Es un tema que tu partido considera estratégico? ¿De qué manera crees que su perspectiva puede ofrecer soluciones al respecto que otros partidos de centro-izquierda (SPD, Los Verdes) no pueden?

    El cambio climático es uno de los temas más importantes para la gente en Alemania. Todos los partidos políticos lo abordan en sus programas y discursos. La izquierda (DIE LINKE) ha adoptado el programa más radical contra el calentamiento global. Nuestro enfoque es diferente al de los demás partidos. Sabemos que las grandes empresas tienen como objetivo el beneficio y no la protección del clima o los salarios dignos. Dos tercios de la contaminación mundial por CO2 son causados por sólo 100 grandes empresas. No pedimos que paguen los ciudadanos, sino los contaminadores. Queremos un cambio de sistema social y ecológico. Esto sólo puede lograrse con objetivos firmes para la industria y con inversiones en infraestructuras públicas y respetuosas con el clima, como la ampliación del ferrocarril. En lugar de utilizar el dinero de los impuestos para apoyar a las industrias que dañan el clima, los fondos deben fluir hacia puestos de trabajo respetuosos con el medio ambiente y preparados para el futuro.

     

    P. A nuestro colectivo le gusta centrarse en las posibilidades reales que tenemos de cambiar las cosas, de mejorarlas, sin olvidar nunca la gravedad de la situación. Hacer que la esperanza sea posible y no que la desesperación sea convincente, como decía Raymond Williams. Pero la esperanza no es algo que se tiene, es algo que se hace, más un hábito que una cosa. Entonces: ¿cómo se hace la esperanza? ¿Dónde ves las mejores oportunidades en los próximos años para cambiar las cosas en beneficio de la gran mayoría?

    Hum, la esperanza. Supongo que debo ser una persona esperanzada si sigo motivada después de más de 15 años en la política de izquierdas (risas). Es el sentimiento de impotencia lo que hace que la gente no tenga esperanza. Lo único que ayuda contra la impotencia es actuar, no solo, sino juntos. Por eso, lo que hace DIE LINKE cuando se centra en la organización es lo correcto. Actualmente tienen mucho éxito en Berlín, donde movilizan a la gente para que defienda sus derechos y luche por la socialización de las grandes empresas inmobiliarias. La iniciativa ciudadana «Deutsche Wohnen & Co enteignen» ha movilizado a decenas de miles de personas y DIE LINKE desempeña un papel vital en su activismo. Un partido de izquierdas debe ser igualitario, a todos los niveles. No debe hacer política para el pueblo, sino con él.

    La ilustración de cabecera es «Wavy Brushstrokes», de Sol LeWitt (1928-2007). 

  • Los Verdes: de momento ni sí ni no

    Los Verdes: de momento ni sí ni no

    Por Wolfgang Harich.

    Nota de Andreas Hayer, editor de las obras completas de Wolfgang Harich: Este artículo lo redactó Harich posiblemente durante el verano de 1980 (en el texto menciona el 10 de julio). A finales de ese año debía aparecer en un volumen sobre argumentos a favor y en contra de Los Verdes. No he podido encontrar esta publicación ni confirmar su existencia. El manuscrito comprende cinco páginas a máquina de escribir con algunas modificaciones a máquina, que, como es habitual, han sido tomadas como la última versión.

    * * * * *

    Este libro, al que se me ha invitado a contribuir con un artículo, será, pese a todas las afirmaciones de objetividad del editor, un libro en general contra el partido de Los Verdes. El esquema “a favor-en contra” sobre el que ha de construirse este libro garantiza en cualquiera de los casos ya un 50% de contrarios a Los Verdes. Pero como quiera que las voces a favor reflejarán posiciones tan diferentes (como la opinión del comunismo de Herbert Gruhl[1] y la mía, en el caso de que participe), se sugiere al lector que delante suyo tiene una multitud abigarrada y enfrentada entre sí que no puede tomarse seriamente.

    ¿Se espera realmente que contribuya a ello sin pensarlo? ¿Estoy contribuyendo a un patético esfuerzo de mi profundamente odiado pluralismo, que otorga las mismas oportunidades a la mentira y, en el mejor de los casos, al error que a la verdad?

    Estoy a favor de Los Verdes, en especial por quienes se organizan políticamente de manera autónoma. En su partido veo una necesidad que vinculo a grandes esperanzas. Si por mí fuese, por lo que a mí me gustaría, les ayudaría a aumentar su influencia y poder sobre la inmensa mayoría de los alemanes de la República Federal. Que partidarios de corrientes extraordinariamente diferentes, con frecuencia opuestas, acudan a él, es, me parece a mí, algo que habla a favor de este partido: por la importancia para la supervivencia de sus objetivos, y, por motivos similares, por su potencialmente amplia fuerza integradora, que, sin embargo, por esos mismos motivos también sólo pueden afianzarse bajo enormes dificultades, en un proceso repleto de reveses y conflictos, con recursos provisionales como “el consenso de mínimos” o la “unidad en la pluralidad”.

    Toda comparación con pequeños partidos anteriores, que allí vienen y van, está fuera de lugar. El GVP,[2] por ejemplo, pasó a ser irrelevante tan pronto como se hizo evidente que todos los esfuerzos por restaurar la unidad de Alemania no tenían ninguna perspectiva. El BHE[3] pasó a ser superfluo en la medida en que en se integró en la República Federal a los desplazados. En la historia pasada de la CDU, la prehistoria del DP[4] encontró finalmente un cómodo refugio. Los Verdes son algo completamente diferente: en vez de ocuparse de cuestiones y dificultades efímeras lo han hecho con los problemas del milenio. Se han presentado para protegernos de catástrofes mundiales como la historia nunca antes ha conocido. Y porque posiblemente posiblemente ya viven entre nosotros las últimas personas cuya existencia misma está amenazada por estas catástrofes, son sobre todo los jóvenes intelectuales quienes acuden en masa a Los Verdes. Esto no puede cambiarse.

    De continuar inexorable esta tendencia, aumentará constantemente hasta que la autodestrucción del homo sapiens sea detenida o se complete. Como el mayor peso de las tareas que Los Verdes se han impuesto se encuentra en el terreno extraparlamentario, apruebo de igual modo que participen en elecciones parlamentarias y no las utilicen solamente para hacer oír sus puntos de vista, sino que traten de irrumpir también en los parlamentos para, desde sus tribunas, llevar a cabo una tarea de pedagogía de masas ecológica, y, en la medida de las posibilidades, la aprobación de mejores leyes, como lobby especialmente de las generaciones futuras.

    Todo esto es algo que valoro mucho. Ahora bien: si tiene sentido en un caso concreto o no es algo que debe repensarse de nuevo a cada vez. El 7 de octubre en Bremen y el 16 de marzo en Baden-Württemberg tenía sentido. Tenía sentido también antes, en las elecciones directas al Parlamento Europeo, en la medida en que allí podía dejarse claro que los diputados, por ejemplo, de los radicales italianos, no podían apoyarse solamente en sus electores nacionales, sino en millones de franceses y alemanes de la República Federal, quienes, como consecuencia de los antidemocráticos umbrales electorales en vigor en sus respectivos países no pueden tener una representación directa en Estrasburgo.

    En las inminentes elecciones federales, el 5 de octubre de 1980, la candidatura de Los Verdes –opinan muchos– no tiene por el contrario ningún sentido. Es más, conjura el peligro de que la Unión Demócrata Cristiana / Unión Cristiana Social (CDU/CSU), como partido más enemigo de la ecología en el espacio germanoparlante, que además supone un peligroso riesgo para el mantenimiento de la paz, junto con sus indeciblemente odiosos candidatos a la cancillería, ayude  indirectamente a una violencia gubernamental.

    Así lo ven algunos, y tienen sus motivos. Otros aportan argumentos lúcidos de que la amenaza de [el candidato conservador] Franz Josef Strauß no es otra cosa que el garrote con el que los social-liberales fetichistas del crecimiento económico, en una obvia no menor dependencia de Estados Unidos por parte del flagelo de la ominosa decisión de Bruselas de instalar misiles, pensaron en aniquilar por ese precio al único partido con múltiples posibilidades para proteger la paz, la vida y el medio ambiente, y especialmente conducir a la joven generación políticamente a la apatía y la resignación. En consecuencia, al menos Los Verdes han dado un paso al frente, al riesgo incluso de no lograr superar el umbral del cinco por ciento.

    Que este umbral todavía exista es, conviene notarlo de paso, culpa del SPD y el FDP, que así demuestran que son quienes ante todo ven a Strauß como el mal menor, menor en comparación a la continuación de su propio gobierno, que sería necesariamente con toda seguridad tolerado por Los Verdes contra la CDU/CSU, y ello sin pretensiones a una cartera ministerial. Por mi parte, debo admitir que hoy –escribimos el 10 de julio de 1980– oscilo entre estos dos puntos de vista brevemente esbozados. El 11 de junio envié a la dirección de Los Verdes un escrito en el que los disuadía con urgencia de presentarse a las elecciones federales. Apenas una semana después me retracté, después de que Karl Kerschkins y Roland Vogt me convencieran de lo contrario en Maguncia. En el congreso en Dortmund renuncié a tomar la palabra, aunque de los invitados presentes hubiera tenido un poco más que decir del tema que, pongamos por caso, la comuna de indios de Núremberg.[5]

    Después de que la campaña, que una vez más, por desgracia, haya sido personalizada por los gobernantes de la República Federal siguiendo el patrón americano, me parece que el canciller federal Helmut Schmidt es más predecible, para lo bueno y para lo malo, que su contrincante, Strauß. Sin embargo, si este mérito de su personalidad tendrá algún tipo de efecto en una política que se distinga de manera apreciable en su esencia de la de la CDU/CSU, es para mí por ahora una cuestión abierta, y quizá esta cuestión aún no pueda responderse con claridad en agosto, con la publicación de este libro, supuestamente pseudobjetivo.

    Sea como fuere: el principal objetivo de la campaña de Los Verdes es en cualquier caso el programa nuclear en todos sus aspectos, tanto el civil como el militar. Y en el civil se remiten al informe final presentado el 26 de junio en el Bundestag por la comisión de investigación sobre “política energética futura”.

    En él, la mayoría de los miembros de la comisión, compuesta de ocho expertos científicos así como de tres diputados del SPD y uno del FDP, reclama adoptar una decisión definitiva sobre un futuro con o sin centrales nucleares sólo en 1990.

    Esta recomendación queda muy por debajo de las reivindicaciones anti-nucleares de Los Verdes. Pero puesto que los tres miembros de la comisión pertenecientes a la CDU/CSU han emitido un voto en minoría a favor de la inmediata aceleración y extensión de la construcción de centrales nucleares y denunciado las drásticas medidas de ahorro energético recomendadas como un paso hacia “el abandono de la economía de mercado”, en verdad no podía dudar de ningún simpatizante de Los Verdes, donde hasta la fecha sólo se encuentran bien el mal menor, bien el mayor, a condición solamente que se satisficiese una condición adicional: que hasta el 5 de octubre, el tiempo aún restante para los políticos en campaña de la coalición social-liberal, con el canciller federal Schmidt a la cabeza, unánimemente, sin peros de ningún tipo, hagan suya la propuesta de la mayoría de la comisión y la eleven a promesa electoral vinculante. Con una acción controlable como ésta todavía podría limitarse el potencial electoral de Los Verdes, algo difícil de que ocurra con meras palabras. De otro modo el establecimiento de la comisión no habrá sido más que una forma de blanqueamiento.

    Y en cuanto al aspecto militar del programa nuclear, que en la tensa situación mundial aún considero más precario, vale a todos los efectos lo mismo. Durante la visita del canciller a Moscú el gobierno soviético ha mostrado su voluntad de obrar de buena voluntad. En este momento está dispuesto a entrar en negociaciones por el controvertido problema de los misiles nucleares balísticos de alcance medio entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, antes de que el Senado estadounidense ratifique el SALT II y se suspenda la instalación de misiles de la OTAN en Bruselas. Dos preguntas siguen abiertas. La primera: ¿Cómo reaccionará a ello el gobierno estadounidense? Y la segunda: de ser la reacción de Washington negativa o contemporizadora, ¿se llevará Helmut Schmidt durante la campaña electoral finalmente a una declaración, desde hace tiempo necesaria, asegurando que ha llegado el momento de poner fin a la llamada solidaridad atlántica ahora que los estadounidenses se han separado definitivamente de los intereses europeos occidentales, y especialmente de los de la República Federal, y que de ello se concluye que no habrá ahora ni nunca un estacionamiento de misiles Peshing-II y misiles de crucero en suelo de la República Federal?

    También esto queda muy lejos de lo que quieren Los Verdes, que defienden una noción de defensa social, no-militar, y a quienes intentan hacerles ver que conceptos alternativos de defensa como el del general austríaco Spannocchi o el genial investigador de conflictos alemán Horst Afheldt son posiblemente más realistas, los tratan pronto con sospecha. Piénsese al mismo tiempo en su mayoría, lo suficientemente flexible, para un Helmut Schmidt, que, en caso de un sabotaje estadounidense a las actuales oportunidades de desarme quisiese separarse de manera discernible de los belicistas al otro lado del Atlántico, viese en Strauß un mal menor, o mejor dicho: en una CDU/CSU, que con o sin Strauß como canciller hiciese ministro de Defensa a un militarista homicida por el señor [Manfred] Wörner,[6] suponiendo que llegase al gobierno. Pero quién sabe: quizá Schmidt acabe entendiéndose con los americanos, tanto da cómo se comporten, caiga quien caiga. Entonces el potencial electoral de una visita del verde Schmidt a Moscú se consideraría del mismo modo como un blanqueamiento, y con razón.

    En pocas palabras, recae sobre la socialdemocracia y el FDP, en quienes amplios sectores de la población ha depositado sus esperanzas, también en Los Verdes, hacerse relativamente elegibles en primer lugar. Si lo logran, y en qué grado, es algo que por ahora está por ver. Por el momento sólo puedo en consecuencia calificar como absolutamente inaceptable a la CDU/CSU. Por el momento, digo, al considerar incluso a partidos que no tienen ninguna posibilidad, sólo diría que sí a Los Verdes, y a los social-liberales, en el mejor de los casos, un sí condicional. Que así me niegue a prestar el deseado servicio a las verdaderas intenciones de este libro a favor y en contra es algo de lo que me disculpo. Cualquier afirmación más definitiva sería ahora mismo demasiado temprana. En el transcurso de septiembre me permitiré volver a expresarme sobre esta cuestión.

    Sin embargo, y al margen de cuál sea mi recomendación: el peso pesado de la política verde, lo digo de inmediato, descansa en cualquiera de los casos en el espacio extraparlamentario. Por ese motivo tengo la intención de participar, bajo cualquier circunstancia, en las grandes manifestaciones de este otoño una semana antes de las elecciones federales, protestas que van desde una instalación nuclear civil (por ejemplo, en Mühlheim-Kärlich) a una base militar con misiles nucleares (por ejemplo, en Coblenza y alrededores), protestas que comprenden todos los aspectos del programa nuclear contra el que luchan Los Verdes. Los iniciadores son la Unión Federal de Iniciativas Ciudadanas para la protección del medio ambiente (Bundesverband Bürgerinitiativen Umweltschutz – BBU), la Sociedad Alemana por la Paz (Deutsche Friedengesellschaft) y la Unión de insumisos al servicio militar (Vereinigten Kriegdienstgegner). A mediados de junio tuvo lugar en Maguncia su conferencia de coordinación, en la que se constituyó al mismo tiempo la comisión de trabajo y política de paz y no-violencia de Los Verdes. Para saber más puede contactarse a la coordinación Ecología y Paz, Hellbergstraße 6, 7500 Karlsruhe 21.

    ¿Convergerán estas manifestaciones con los diversos movimientos para frenar a Strauß? ¿O se verán obligadas a dirigirse contra todos los partidos representados en el Bundestag de Bonn? No es de Los Verdes de quien ello depende.

    La ilustración de cabecera es «Brushstrokes», de Sol LeWitt (1928-2007).  Traducción de Àngel Ferrero.

    [1]Herbert Gruhl (1921-1993): Miembro fundador de Los Verdes. Gruhl fue durante nueve años (1969-1978) diputado de la CDU, que abandonó con gran repercusión mediática por su oposición a la energía nuclear para fundar el partido Grüne Aktion Zukunft (GAZ), una de las formaciones que participó en enero de 1980 en el congreso fundacional de Los Verdes, representando al ala conservadora del movimiento. En marzo de ese mismo año GAZ abandonó Los Verdes. Gruhl fue un destacado crítico del crecimiento económico, pero sus controvertidas posiciones sobre la cuestión de la sobrepoblación, rayanas en la xenofobia, le valieron la repulsa del movimiento ecologista alemán, entonces mayoritariamente de izquierdas.

    [2]Gesamtdeutsche Volkspartei (GVP): El Partido Popular Panalemán fue un pequeño partido demócrata cristiano de posguerra (1952-1957) que se oponía a la integración de Alemania en la esfera atlántica y el anticomunismo de la CDU de Konrad Adenauer y defendía una agenda política de distensión entre campos que condujese a una Alemania unificada y neutral. Tras su disolución, la mayoría de sus militantes pasaron al SPD.

    [3]Bund der Heimatvertriebenen und Entrechten (BHE): La Liga de los Expulsados y Privados de derechos fue un partido que agrupaba a los alemanes étnicos expulsados de Europa oriental y los antiguos territorios alemanes orientales. Con una inclinación claramente nacionalista alemana, anticomunista y reaccionaria, formó coalición con el Bloque Pangermánico (1950-1961), y defendió la restauración de las fronteras alemanas de 1937. En 1961 se fusionó con el Partido Alemán (DP) para formar el Partido de toda Alemania (GVP). En 1969 el partido quedó fuera de las instituciones debido a la integración de los antiguos expulsados en la República Federal de Alemania.

    [4]Deutsche Partei (DP): El Partido Alemán fue un partido nacionalista y conservador. En 1961 se fusionó con la BHE para formar el Bloque Pangermánico. Tras su declive, la mayoría de sus militantes ingresaron en la CDU, mientras otros crear el Partido Nacional-Demócratico (NPD), de extrema derecha.

    [5]“Comuna de indios”: Fundada en 1971 en Heidelberg antes de trasladarse en 1977 a Núremberg, esta comuna creada por activistas de extrema izquierda –el nombre elegido hacía referencia a su carácter marginal y pretendiadmente antisistema– estaba influida por las teorías de la antipsiquiatría y antipedagógicas. Sus miembros participaron en el movimiento antinuclear o LGTB+. Próxima a Los Verdes en sus primeros años, una de sus demandas era la legalización de la pederastia, el rechazo de la cual llevó a una relación tensa con el partido y protestas de miembros de la comuna, que llegaron a ocupar algunas de sus sedes.

    [6]Manfred Wörner (1934-1994): Presidente de la Comisión de Defensa del Bundestag (1976-1980), posteriormente ministro de Defensa (1982-1988) y secretario general de la OTAN (1988-1994).

  • La vana esperanza verde

    La vana esperanza verde

    Por Àngel Ferrero.

    Si hay algo destacable de las elecciones generales de Alemania del próximo 26 de septiembre es la incertidumbre, algo poco habitual en un país tan poco inclinado a los cambios que ha tenido históricamente como una de sus personificaciones nacionales a un hombre soñoliento vestido con pijama, gorro de noche incluido. Puede que el ‘Michel alemán’ duerma, pero lo hace con cierta inquietud: en el momento de escribir estas líneas  la Unión Cristiano Demócrata (CDU) sigue liderando las encuestas de intención de voto, pero el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) ha recortado lo suficiente distancias –y ha llegado hasta empatar con la CDU/CSU– como para formar un gobierno de coalición alternativo al incontestable dominio conservador de estos últimos 15 años, lo que algunos han dado en llamar “la era Merkel”. Si no hay sorpresas, es probable que la CDU y su partido hermano bávaro, la Unión Social Cristiana (CSU), consigan no sólo mantener, sino ampliar la distancia con respecto al SPD. Quizá los socialdemócratas logren adelantar a una CDU cuyo candidato no ha conseguido encontrar todavía un perfil propio. Pero lo más probable es que el próximo gobierno de coalición en Alemania incluya a Los Verdes en cualquiera de sus combinaciones: bien en alianza con la CDU (‘coalición negriverde’), bien con la CDU y los liberales del FDP (‘coalición Jamaica’), con el SPD y el FDP (‘coalición semáforo’), o incluso con el SPD y La Izquierda en un tripartito roji-rojiverde (‘coalición R2G’), una opción esta última que, de llegar a ser matemáticamente posible, seguramente no tarde en ser desestimada por socialdemócratas y sobre todo verdes y por la que ahora mismo sólo apuesta La Izquierda, y ello con importantes tensiones internas por las cesiones programáticas que comportaría entrar en un gobierno de estas características. Sea como fuere, parece bastante seguro afirmar que Los Verdes serán clave en la formación del futuro gobierno alemán.

    Llegado ese momento, los medios de comunicación publicarán a buen seguro retratos del partido en la línea de lo que hemos visto en las semanas y meses anteriores, cuando Los Verdes despegaban en los sondeos. A estas alturas de poco sirve volver a recordar, por sabidos, los orígenes antisistema del partido y su evolución, que los grandes medios de comunicación destacan, una vez y otra, para celebrar su giro “pragmático” y “realista”. Lo cierto es que ya son muchos los años de ese giro “pragmático” y “realista”: durante la coalición federal rojiverde (1998-2005) –en la que se autorizó la primera intervención militar del Bundeswehr con el bombardeo de Yugusolavia en 1999 y se aprobó una criticada reforma del mercado laboral y las prestaciones de desempleo–, Los Verdes alcanzaron acuerdos con la CDU para gobernar en las ciudades de Saarbrücken (2011), Kiel (2003), Colonia (2003), Kassel (2003), Essen (2003) y Duisburgo (2004). En los años siguientes se sumaron otras ciudades –la más importante de ellas Frankfurt am Main (2006)–, lo que sentó las bases para coaliciones de gobierno a nivel de Land (Estado federado) en Hamburgo (2008-2010), Hessen (desde 2014) y Baden-Württemberg (desde 2016). Tras las elecciones federales de 2017, la CDU, Los Verdes y el FDP negociaron la formación de una ‘coalición Jamaica’, que después de cuatro semanas los liberales dieron por fracasadas. Enfrentados a la posibilidad de una convocatoria de nuevas elecciones que podía suponer un impulso a Alternativa para Alemania (AfD), convertida en tercera fuerza del Bundestag, la CDU y el SPD alcanzaron un compromiso para reeditar por tercera vez con Angela Merkel una Gran Coalición. Al sur de Alemania, el Partido Popular Austríaco (ÖVP) y Los Verdes alcanzaban un acuerdo de gobierno el 1 de enero de 2020. El entonces presidente saliente del Partido Popular Europeo (PPE), el bávaro Manfred Weber, describió en el congreso de la formación celebrado en Zagreb en noviembre de 2019 este tipo de coalición como un “modelo de futuro”. Las negociaciones fueron seguidas con interés por el nuevo presidente del PPE, Donald Tusk, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y, por supuesto, la canciller de Alemania, Angela Merkel. La fórmula “electriza a los cristiano-demócratas”, aseguraba el diario austríaco Die Presse

    La capacidad de Merkel para retener el centro político, la debilidad sin precedentes de la socialdemocracia, los problemas internos de La Izquierda y los liberales… A ojos de la dirección de Los Verdes, todo parecía apuntar a la idoneidad de una coalición con los conservadores. No se trataba sólo de una cuestión de Zeitgeist o de oportunidad política, sino del resultado de los cambios estructurales en su propia base social ocurridos en las últimas décadas: de acuerdo con el politólogo Wolfgang Merkel, Los Verdes son “el partido de las clases medias altas urbanas, si no residentes en metrópolis, con formación universitaria y muy presentes entre la población joven”, una generación que ha crecido y se ha formado políticamente entre los dos gobiernos de Schröder (1998-2002 y 2002-2005) y los cuatro de Merkel (2005-2009, 2009-2013, 2013-2017 y 2017-2021). En consecuencia, su ideología se ajusta bastante bien a lo que Nancy Fraser ha descrito como “neoliberalismo progresista”: “una amalgama de truncados ideales de emancipación y formas letales de financiarización”. Con la ya a todas luces irrelevante ala izquierda de la formación convertida en un eco lejano del pasado –a veces un pesado fardo que sus dirigentes preferirían enviar para siempre al baúl de los recuerdos, a veces un viejo y descolorido vestido que puede sacarse de ese mismo baúl a conveniencia–, Los Verdes aprobaron un programa encaminado a una coalición con los conservadores y, posiblemente, el FDP, en el que se rechazaron las enmiendas al programa planteadas por las juventudes del partido para expropiar a las grandes inmobiliarias y reducir los precios de los alquileres, aprobar un impuesto a las rentas más elevadas o aumentar el salario mínimo, pero también para elevar el precio por las emisiones de CO2 o acelerar la transición para poner fecha de caducidad al motor de combustión. La co-presidenta del partido, Annalena Baerbock, fue elegida candidata a la cancillería en ese mismo congreso.

    La fortuna parecía sonreír a Los Verdes, que a finales de abril lideraban las encuestas (28%), siete puntos por delante de la CDU/CSU, pero la ventaja se redujo a un punto en mayo, con un 25% y un 24% respectivamente, y antes de que terminase el mes los conservadores volvieron a ponerse en cabeza, una situación que no se ha modificado desde el mes de junio. Antes del verano Los Verdes habían desplegado las velas con el ánimo de recoger los vientos que soplaban en el país: la aparición de una nueva generación en el movimiento ecologista movilizada en torno a Juventud por el Clima – Fridays For Future, la importancia misma del ecologismo en el debate público al calor de los estudios más recientes sobre la evidencia del cambio climático, y el cambio de liderazgo en la CDU, una transición menos suave de la que hubieran deseado para sí los propios dirigentes democristianos y a la que vinieron a sumarse las críticas al nuevo presidente de la formación, Armin Laschet, por su gestión de las inundaciones de julio en el Land que gobierna, Renania del Norte-Westfalia, así como las propias inundaciones, relacionadas con el cambio climático. Baerbock había sido elegida como un reemplazo de Merkel, capaz de hacer suya “la alianza hegemónica entre las grandes corporaciones multinacionales (en oposición a los pequeños negocios familiares, más pequeños y conservadores), los conservadores moderados y los liberales urbanos”, como bien ha resumido Thomas Meany en las páginas de New Left Review. No por nada en una entrevista con el periódico Süddeutsche Zeitung el antiguo CEO de Siemens Joe Kaeser elogió la capacidad de la candidata verde para llegar a entenderse con las empresas. «En cuanto a comprensión de las cosas e intereses me recuerda mucho a nuestra canciller actual», afirmó Kaeser.

    Pero como quedó dicho más arriba, Los Verdes no tardaron en comprobar que el suyo era, una vez más, el vuelo de Ícaro. Los tabloides desempolvaron los argumentos tantas veces empleados para atemorizar a los votantes –“el partido de las prohibiciones”, “la implantación gradual de una ecodictadura”– junto con otros nuevos, de corte populista –“un partido que no piensa en el ciudadano de a pie”–, cuyo efecto ha sido, sin duda, mucho menor no sólo por los cambios ocurridos en Los Verdes, sino en la misma sociedad alemana. Sin embargo, una serie de errores de Baerbock, y su gestión a cargo del partido, insuflaron oxígeno a la mortecina campaña de los tabloides y restaron credibilidad a la candidata: en mayo hubo de reconocer que no había declarado al Bundestag que había percibido unos ingresos del partido, en junio admitió que había abultado su currículo y en julio tuvo que hacer frente a las críticas de plagio de su libro, Jetzt. Wie wir unser Land erneuern [Ahora: cómo renovamos nuestro país] (Ullstein, 2021). También en junio Baerbock planteó subir el precio del combustible 16 céntimos, una medida que recordaba a la que provocó en Francia la chispa de la protesta de los ‘chalecos amarillos’ y a la que inmediatamente se opusieron el SPD –su candidato, Olaf Scholz, la tachó de “contraproducente”– y La Izquierda. La copresidenta del SPD, Saskia Esken, pinchó nervio al declarar que este tipo de «maniobras pueden llevar a que los ciudadanos le den la espalda a un compromiso común por el clima.» En julio los medios se hicieron repercusión de voces del partido que reclamaban que el co-presidente del partido, Robert Habeck, sustituyese a Baerbock como candidato a la cancillería. Habeck declinó y Baerbock tiene ahora por delante la tarea de que su partido remonte en campaña todo lo que ha perdido en estos últimos meses. 

    Social-liberalismo, con fachada verde

    ¿Qué cabe esperar de un gobierno si no encabezado, sí al menos con la participación de Los Verdes? Andreas Malm pronosticaba en una entrevista reciente “una desilusión”, como ha ocurrido en Suecia. Pero huelga decir que para desilusionarse con algo primero hay que ilusionarse con ese algo y aquí es donde deberían analizarse tanto la composición social de la base electoral de Los Verdes y de la sociedad alemana en su conjunto como sus campañas electorales, y ello a lo largo de varias décadas, pues hablamos de casi 40 años participando en gobiernos a todos los niveles –municipal, regional y federal– con todos los partidos representados en el arco parlamentario a excepción de AfD. Jutta Ditfurth dio probablemente en la diana en 2011 en una entrevista con el semanario Der Spiegel al decir que “los votantes de Los Verdes quieren ser engañados y ellos mismos se engañan: Los Verdes son el partido de las clases medias altas y también de las brutales”. “Un hombre o mujer de mediana edad con una posición bien remunerada, dos hijos, casa propia, patrimonio, acciones y viajes en avión regulares que vota a Los Verdes porque son chic no se dejará convencer por mi de que Los Verdes no son un partido social porque eso no le interesa para nada”, apostillaba. En su personal ajuste de cuentas con el partido que ayudó a fundar, Krieg, Atom, Armut. Was Sie reden, was sie tun. Die Grünen [Guerra, energía nuclear, pobreza: lo que dicen y lo que hacen Los Verdes] (Rotbuch, 2011), Ditfurth atribuía su consolidación en el sistema de partidos alemán a que “cuanto menos claras son las propuestas, mayor es la superficie de proyección, incluso para propuestas diferentes y hasta opuestas”. Junto con una cuidada estética, Los Verdes consiguen de este modo transmitir la ilusión de ser un partido “medio de izquierdas, ecologista y de algún modo todavía social”, que mantiene, con ese mismo fin, a una pequeña corriente de izquierdas en su seno “mientras no molesten en las decisiones de gobierno”. Y lo mismo se aplicaba, de acuerdo con Ditfurth, a los movimientos sociales, que Los Verdes acostumbran a tener en cuenta tanto “como necesitan para llegar al Gobierno”.

    Con todo y con eso, han pasado diez años desde la crítica de Ditfurth, en los que la genética camaleónica Los Verdes ha sufrido algunos daños. El partido ha experimentado por ejemplo fricciones con Juventud por el Clima– Fridays For Future, que considera como poco ambiciosas sus propuestas medioambientales, o con los activistas que ocuparon el bosque de Dannenröder en octubre de 2019 en protesta por la ampliación de la autovía A69, autorizada por el gobierno de coalición entre la CDU y Los Verdes en Hessen y para la cual se talarán al menos 27 hectáreas de bosque. También en Hessen Los Verdes han votado en contra de publicar íntegramente los resultados de la investigación sobre la organización terrorista neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU) por contener información comprometedora sobre los errores de gestión de los conservadores en el gobierno de ese Land así como sobre el turbio papel de algunos agentes de los servicios secretos del interior, cuya agencia ostenta el burocrático nombre de Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz, BfV). El presidente de Baden-Württemberg, Winfried Kretschmann, se ha opuesto sistemáticamente a su propio partido en todas las propuestas para acelerar la puesta fuera de circulación de los vehículos con motor de combustión. Kretschmann ha sido criticado por propios y ajenos por su proximidad con el sector automovilístico, clave del Land que gobierna y uno de los pilares de la economía industrial de Alemania y contra el que, como es notorio, chocará cualquier programa de transformación ecológica que se precie de ese nombre. Según el portal de transparencia del Bundestag –que sólo contabiliza las donaciones superiores a 50.000 euros– Los Verdes han recibido desde 2017 cuantiosas donaciones de organizaciones de empresas del sector metalúrgico e industrial del Sur de Alemania como la Verband der Bayerischen Metall- und Elektroindustrie e.V. o la Südwestmetall Verband der Metall- und Elektroindustrie Baden-Württemberg e. V. En el año 2018 hubo cierta polémica al conocerse que Daimler-Benz donó 40.000 euros a Los Verdes.

    Por todo ello, Peter Nowak describió meses atrás en el digital Telepolis a Los Verdes como “el partido de la nueva fase de acumulación del capitalismo”. La argumentación de Nowak merece ser repetida aquí en su integridad. De acuerdo con este autor, “la relación del capitalismo post-fordista con el movimiento ecologista es de naturaleza táctica”, ya que “cuando se trata de la industria fósil”, éste “adopta los argumentos del movimiento ecologista”, pero “cuando se trata del equilibrio ecológico, la cosa cambia”. “Es sabido desde hace décadas que la valorización que el capitalismo hace del medio ambiente tiene consecuencias problemáticas”, por lo que, continúa Nowak, “la urgencia que ha adquirido la cuestión” ha de enmarcarse a la fuerza en una nueva fase de acumulación por desposesión: “De este modo puede desentenderse del movimiento obrero surgido del capitalismo fósil, y con él, de sus éxitos duramente conseguidos”. Como ejemplo, este autor citaba la buena acogida entre Los Verdes del anuncio de Tesla de construir una factoría en Brandeburgo, una localización geográfica que permite a la empresa de Elon Musk aprovechar tanto la elevada concentración industrial de Alemania como la disponibilidad de mano de obra cualificada y con bajos salarios en Europa oriental (en particular Polonia), manteniendo en el proceso la prestigiosa etiqueta de Made in Germany (para la construcción de la gigafactoría de Tesla también se precisa talar cientos de árboles). Una decisión que contrastaba con la conocida oposición de Tesla a los sindicatos en su empresa y con su prolongación del modelo de transporte individual –cuestionado por el ecologismo desde hace décadas– en unos vehículos, por lo demás, reservados por su precio de salida al mercado a compradores con ingresos muy elevados. Refiriéndose a la estrategia comunicativa del gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos (UP), David Rodríguez ha observado hace poco que “hay algo de paradójico en esta renovación del modelo productivo” que impulsan los gobiernos europeos. En opinión de Rodríguez, en estos discursos “aumentan las similitudes con el positivismo modernizador del pasado” y “el paño verde aparece como el argumento definitivo que expulsa al margen de lo ahistórico toda resistencia a la tecnocracia de la clorofila”. “Los dos enemigos ancestrales, el positivismo y el ambientalismo, se funden en uno y devalúan la vida de los seres humanos concretos que viven y sufren en lugares marcados como modernizables”, comentaba.

    En política exterior Los Verdes no son mucho mejores: el partido sigue siendo punta de lanza parlamentaria de las llamadas “intervenciones humanitarias” y el que reclama más dureza hacia Rusia y China a la CDU/CSU y el SPD, más acostumbradas a contemporizar por motivos económicos con ambos países. Significativamente, la opositora bielorrusa Svetlana Tijanóvskaya participó en el último congreso de Los Verdes en la jornada sobre cooperación internacional ante la aprobadora mirada de Baerbock y Habeck. No sólo se hace difícil saber cómo pueden hacerse frente a los grandes retos mundiales del siglo XXI, entre ellos claro está el ecológico, sin la participación de China –una de las mayores economías industriales del mundo– ni Rusia –uno de los países con mayores reservas naturales del mundo– y hasta con su oposición buscando en todo momento la confrontación y no la cooperación, sino que esta política pretendidamente guiada por la moral choca, como acostumbra a ocurrir con este partido, con una práctica muy alejada a la realidad. En una entrevista con Deutschlandfunk Habeck se pronunció a favor de suministrar armas “defensivas” a Ucrania, una medida a la que se oponen La Izquierda, el FDP e incluso un sector de su propio partido y que va en contra de las directivas de exportación de armas del gobierno alemán aprobadas por el gobierno rojiverde, que prohíben la exportación de equipos de defensa a zonas en conflicto o amenazadas por el estallido de uno. Lo hizo después de una visita al frente en Donbás que levantó no menos polvareda tras la publicación de una fotografía en la que el co-presidente de Los Verdes aparecía posando con chaleco antibalas y casco en el frente. También Habeck ha sido una de las voces más críticas con la construcción del gasoducto ruso Nord Stream 2. El problema es que el mismo Habeck fue ministro de Medio Ambiente del gobierno de coalición de Schleswig-Holstein con conservadores y liberales que autorizó la construcción de la terminal de gas licuado natural (LNG) en Brünsbuttel, la primera en Alemania. El objetivo de esta terminal –y de una segunda en Wilhelmshaven– es importar el gas natural obtenido por el método de fracturación hidráulica (fracking) en EEUU y transportado por vía marítima cruzando el Atlántico, un proceso que supone una huella de carbono mucho mayor que Nord Stream 2. El gobierno de Schleswig-Holstein con participación de Los Verdes subvencionará con 50 millones de euros la construcción de las terminales LNG en Brünsbuttel y Wilhelmshaven.

    La caída de Los Verdes en las encuestas estos últimos meses quizá no sea vista por sus dirigentes con el mismo dramatismo que sus simpatizantes: al fin y al cabo su objetivo era ser socios menores en una coalición con la CDU/CSU y sellar, en palabras del periodista del taz Ulrich Schulte, “un pacto entre la vieja y la nueva burguesía” que facilite la transición a esa nueva fase de acumulación por desposesión de la que hablaba Peter Nowak y que sería gestionada por los “tecnócratas de la clorofila” que mencionaba David Rodríguez. Por repetirlo una vez más, una política con la que no solamente persistirán y se agravarán las crisis medioambiental, social y política de Alemania y del continente, sino que proporcionará abundante munición a la derecha populista que presenta la batería de medidas urgentes planteada por los ecologistas como un mero capricho de las clases medias y altas a costa de las clases trabajadoras. Nada tan poco prometedor de cambios como el título del programa de Los Verdes para estas elecciones: “Alemania: todo está dentro” (Deutschland. Alles ist drin.).

     

    La ilustración de cabecera es «Emblemata, Plate 5», de Sol LeWitt (1928-2007).