La crisis climática transformará nuestras sociedades; de hecho, ya lo está haciendo. La profundidad y gravedad de esta transformación dependerá de las medidas que tomemos para enfrentar este problema y de lo rápido que lo hagamos. Necesitamos iniciar una reducción drástica de nuestras emisiones, alcanzando antes de 2040 emisiones netas cero. Que este cambio se realice en un marco de justicia social, y no favoreciendo a las capas privilegiadas de la sociedad en detrimento de las populares, depende también de entender la relación entre el cambio climático y los conflictos históricos en torno al trabajo, la eliminación del patriarcado, el racismo o el colonialismo. El mismo sistema que nos está llevando a la ruptura de los límites planetarios está excluyendo a cada vez más personas del derecho a una vida en condiciones de dignidad. El agotamiento de los recursos, la financiarización de la economía y el aumento de la precariedad son las consecuencias de las políticas económicas imperantes que concentran el capital y las emisiones en manos de unos pocos. Prueba de ello es cómo el 10% más rico es responsable del 50% de las emisiones.
El panel intergubernamental de científicos sobre el cambio climático ha advertido con contundencia a las regiones mediterráneas. Señalan que de no contenerse el incremento de la temperatura global muy por debajo de los 2ºC las consecuencias como las sequías o las lluvias torrenciales se verán agravadas, provocando un drástico descenso de los recursos naturales disponibles. Abordar la crisis climática es una emergencia nacional que afecta enormemente al mercado laboral, en el que la transición debe y puede hacerse garantizando la justicia social y la garantía de una vida en condiciones de dignidad para todas las personas.
En la necesaria transición ecológica la aparición de nuevos empleos vinculados a sectores sostenibles es una importantísima oportunidad para dar respuesta a las actividades más contaminantes cuya desaparición es inevitable. Además de la reducción de las jornadas de trabajo o de la edad de jubilación como medidas de lucha contra el cambio climático, reivindicamos la revisión de una concepción obsoleta del empleo hacia otra que ponga la vida en el centro, que acabe con la hegemonía de las labores productivas sobre las tareas de reproducción social. Hace falta una rebelión por el clima e impulsar vías de transformación que rompan con los actuales esquemas consumistas y nos lleven a una nueva etapa de participación igualitaria y colectiva dentro de los límites ecológicos de nuestro planeta.
En este sentido, el cambio climático debe estar presente el 1 de mayo, porque los problemas son comunes y la respuesta debe garantizar la justicia social y ambiental. Luchar contra las leyes mordazas, las reformas laborales, los tratados de comercio internacionales o el pago de la deuda con dinero público puede ayudar a revertir el poder de las multinacionales fósiles que bloquean la toma de medidas ambiciosas. Del mismo modo, la especulación en las ciudades, la turistificación y los desahucios son una emergencia económica, social y ambiental contra la que debemos luchar. Hay mucho que hacer, y tenemos un horizonte hacia el que caminar: la recuperación, extensión y universalización de los servicios públicos; el impulso de las energías renovables, incluyendo la potenciación del autoconsumo; la reestructuración y rehabilitación de nuestras ciudades para adaptarlas a la nueva realidad climática; la garantización de unas condiciones de vida dignas para todas, la reducción progresiva de la jornada laboral, la compatibilidad real de la vida productiva y las tareas reproductivas; todas estas y muchas otras son respuestas conjuntas a problemas que son a la vez laborales, sociales y ambientales.
La lucha climática estará presente este 1 de mayo. Si pensáis que no habrá trabajos en un planeta muerto os animamos a sumar vuestra voz a estas reivindicaciones. Participaremos en Madrid en la manifestación de Legazpi al Museo Reino Sofía. Si os apetece venir os esperamos en metro Legazpi a las 11:00.